La OBC y la Sinfonía de los mil de Mahler en L’Auditori

La OBC y la Sinfonía de los mil en L'Auditori

¡Aquí estoy, hasta las orejas de notas! Acabo de concluir mi octava. Es lo más grande que he hecho hasta ahora. Y tan única de fondo y forma, que es casi imposible hablar de ella. Imagina solamente que el universo empieza a vibrar y a resonar. Ya no se oyen más voces humanas, sino planetas y soles en órbita.
Todas mis sinfonías previas no son más que meros preludios de esta. En las otras obras todo es aún tragedia subjetiva – esta es una gran fuente de alegría.
¿Puedes concebir una sinfonía que fuese cantada de principio a fin? Hasta ahora, siempre había usado la palabra y la voz humana de modo explicativo, como un atajo, como un factor de atmósfera, para decir, con la concisión que sólo las palabras logran, algo que, en términos puramente sinfónicos, solo podría ser expresado extendiéndose  enormemente. Pero aquí, la voz cantada se convierte al mismo tiempo en un instrumento; la totalidad del primer movimiento se halla estrictamente confinado en la forma sinfónica y es al mismo tiempo cantado de principio a fin. Es realmente sorprendente que nadie haya puesto en práctica esta idea hasta hoy – aun siendo el huevo de Colón: La sinfonía per sé, en la que el instrumento más bello de todos es guiado a su destino – y no como un mero sonido, puesto que la voz humana es también la portadora del pensamiento poético.

-♦-

Mi tiempo está aún por llegar.
G. Mahler.
Su tiempo ha llegado ya. Sólo después de 50, 60, 70 años de holocaustos mundiales, de simultáneo avance de la democracia unido a nuestra creciente impotencia para frenar las guerras (…), sólo después de haber experimentado todo esto, podemos finalmente escuchar la música de Mahler y entender que él ya lo había soñado”.
Leonard Bernstein (1967).

La posteridad se muestra dividida entre los que la consideran menor, como Adorno, que la calificó de “gran cáscara simbólica”, y los que coinciden con el entusiasmo de Mahler, como Deryck Cooke, el musicólogo que completó la décima, para quien se trata de la Sinfonía coral del Siglo XX, equivalente a la novena de Beethoven del XIX. Y en L’Auditori, no tiran piedras contra su propio tejado:

Por su despliegue de instrumentos y voces, y por la cantidad de recursos requerida, se la ha llamado tradicionalmente e hiperbólicamente la “Sinfonía de los mil”. Escrita en 1906 y estrenada por el propio compositor en 1910, la Octava Sinfonía de Mahler retoma la mezcla de solistas, coro y voces que el autor había utilizado en la segunda y tercera sinfonía. Para construir esta gran obra, Mahler prácticamente inventó un nuevo formato de orquesta o –tal y como él mismo lo llamaba– un “nuevo universo del sinfonismo”. Conforma una estructura sinfónica inédita en su propio corpus, un gran fresco en dos partes aparentemente inconexas: la primera parte está basada en el himno latino pentecostal Veni Creator Spiritus (Ven, Espíritu Creador), y la segunda es una recreación de los versículos finales del Fausto de Goethe. Estas dos fuentes, que más tarde revelarán muchos puntos en común, expresan la tensión que vertebra el carácter mahleriano: el espíritu de fruición de la naturaleza como valor fundamental y la redención humana a través del amor y la creación musical. La sinfonía concluye con un Chorus Mysticus que las voces anuncian con un pianissimo precioso, que termina con uno de los estallidos vocales más impresionantes que uno pueda escuchar, en el que las voces afirman que “el eterno femenino nos impulsa hacia arriba”. La octava es una sinfonía de una vitalidad arrolladora, es de esas piezas que crean melómanos a cada nueva audición: Mahler exhibe en ella, como nunca, una fe inaudita en la espiritualidad humana.

De la web de L’Auditori.

Si es posible que las opiniones negativas estén influidas por la calidad de su dificilísima interpretación (Britten, impresionado por la música, calificó de “execrable” la primera que escuchó), las frecuentemente deficientes condiciones en que se reproduce o se escucha, tampoco ayudan a una obra que supone además un reto descomunal para los técnicos de sonido. Mala para enlatar, mala además para disfrutar a sorbos y “casi imposible hablar de ella” (Mahler dixit, es un consuelo para los amanuenses), no hay mejor preparación que ir a escucharla descansado, con las neuronas recién lavadas y peinadas, y habiendo amordazado minuciosamente al parásito enteradillo de las narices que algunos paseamos y padecemos. Por lo demás, por poner algo de música y no por aprovechar que el Ter pasa por Gerona, empezaremos con el motete Singet dem Herrn ein neues Lied de Bach, interpretado por el Vocalconsort Berlin,

cuya presencia queda explicada por el siguiente párrafo del mahlerólogo Donald Mitchell, a propósito de Bach y de esta octava:

…existe un elemento aún más significativo: El “descubrimiento” por Mahler  de Bach -su completa  inmersión en Bach,  me atrevería a decir- que  se manifiesta de modo tan inequívoco en la Primera Parte,  el Veni,  creator spiritus,  donde lo que   escuchamos es, en mi opinión, el homenaje  de Mahler a Bach y a un motete de Bach en particular, Singet dem Herrn ein neues Lied, que Mahler  admiraba mucho y que quizás le proporcionó el punto de partida de la Primera Parte de su nueva sinfonía. Es Bach  quien se halla tras el  flujo de texturas  polifónicas y de  formas contrapuntísticas que caracterizan el movimiento.  Un  exuberante ejemplo de estas últimas es la célebre doble fuga que afirma, ganando en densidad y en impulso, «Per te sciamus da Patrem»  («Haz que por ti tengamos conciencia del Padre»); y una virtuosa demostración de “ilustrado” contrapunto no es una mala manera de lograr que esa plegaria sea atendida.

Y, del principio al fin, el Chorus mysticus, interpretado como este Veni creator por la orquesta sinfónica de Wuppertal y coros de la ciudad de Colonia bajo la dirección de Heinz Walter Florin, precedido de un comentario del musicólogo Hababuk Traber:

La profesión de fe de Mahler en su sinfonía en Mi bemol, culmina, como Goethe, en la apoteosis del amor. Se ha postulado que Mahler puso juntos el himno de Pentecostés y la escena final de Fausto para representar y expresar la tensión entre el principio masculino y el femenino. Esta conjetura no debe ser rechazada. Para Occidente, la concepción Cristiana de Dios es masculina. La escena final de Goethe, en cambio, declara que es el principio femenino el que lleva a la verdadera salvación. Sin Gretchen, Fausto no se habría salvado jamás. Esta tesis es subrayada por el hecho de que Mahler, que por lo demás nunca había dedicado obra alguna a nadie, dedicase la Octava a «su querida esposa Alma María».

Alles Vergängliche / Todo lo efímero
Ist nur ein Gleichnis; / no es más que una alegoría;
Das Unzulängliche, / lo imperfecto,
Hier wird’s Ereignis; / aquí encuentra cumplimiento;
Das Unbeschreibliche, / lo indescriptible, 
Hier ist’s getan; / aquí se ve realizado;
Das Ewig Weibliche/ el eterno femenino
Zieht uns hinan. / nos arrastra hacia la alturas.

Monumental reto para Pablo González, al frente de dos orquestas (la ESMUC colabora con la OBC), ocho cantantes solistas y seis coros. Pero del organista no tendrá que preocuparse.

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EL POST

Si el cielo de las Vísperas de Monteverdi es pura e inagotable felicidad y el de de la Misa en si menor de Bach, trascendencia y gravedad, el del Veni creator de la Sinfonía de los mil de Mahler, (porque si hablamos de cumbres habrá que escoger la que él mismo nos señaló) es el cielo del que tiene presente que, de existir Dios, no es un bondadoso abuelito con barbas blancas ni un riguroso y terrible ser omnipotente, sino, por definición, lo indefinible, lo que no puede evocarse por medio de imágenes y comparaciones superlativas, el único Dios aceptable, el Dios que empieza más allá de nuestros límites. Y por eso, toda la primera parte de su octava sinfonía parece una única, gigantesca e inacabable nota que expresa a la vez un clamor y una respuesta, un anhelo y su culminación, llevando la emoción hasta los límites de lo soportable en un terreno en el que el pensamiento enmudece. Luego descendemos con Goethe a una representación del mundo que conocemos o inventamos, y la música se hace más humana, desde el precioso lamento de los errantes sin rumbo y el arrebatador sentimiento amoroso más característico de Mahler hasta las naturalmente angelicales voces de los ángeles, para concluir en el Coro místico con una fusión de lo humano y lo divino, de lo comprensible y lo inefable, que sólo el arte y quizás sólo la música es capaz de realizar.

Contra el sentir general, y dejando al margen ese colosal Coro místico, más impresionante hoy el Veni Creator que el Fausto, un escenario más conocido en el que había lugar hasta para pensar si no podían haber contratado un bajo a la altura de las circunstancias o si en los camerinos de los solistas vocales hay un juego de dardos con la foto del responsable de la criminal acústica de la sala en el centro de la diana, o si la intensidad emocional de la primera parte no estaría pasando factura, o si las dudas que generan algunos pasajes no se resolverían con nuevas audiciones. En cualquier caso, grandioso concierto en el setenta aniversario de la OBC, orquesta, refuerzos y coros superlativos, y una merecidamente muy aplaudida dirección de Pablo González, que ha demostrado una enorme valía en su hora más difícil, controlando la enorme orquesta y los coros sin desfallecimiento, sin una sola estridencia ni un desequilibrio. Y no había órgano, pero sí un armonio, según el programa el de Dani Espasa, el fundador de «Vespres d’Arnadí». Auditorio hasta los topes, mucha felicidad entre el público y entre los, no mil pero seguramente más de trescientos cantantes y músicos que abarrotaban el escenario y los laterales del primer piso. Gracias y felicidades a todos. Y también a Joan Grimalt, por sus detalladas e interesantísimas explicaciones en el comentario del programa de mano.

Al acabar, copas y amigos, terraza y primavera, y si aún quieres más, Baldomera, durante tres meses podrá verse gratuitamente en Medici TV la interpretación del sábado. Pero seguro que los asistentes no dejaremos escapar un nuevo directo, y los no asistentes, con más motivo.

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Acerca de José Luis

Las apariencias no engañan
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6 respuestas a La OBC y la Sinfonía de los mil de Mahler en L’Auditori

  1. josep dijo:

    Excel·lent treball Jose Luis. Estic esperant amb candeletes que arribi diumenge per anar a gaudir en directe.
    Una abraçada

  2. angels dijo:

    Hola, con calma y tranquilidad ,esta tarde cuando me dejen sola escucharé la Sinfonía de los 1000. Y que de entrada responde ,a la crítica que le hago a Mahler. La música ,es otra cosa.
    U:A:y adióoooos 🙂

  3. Mi instinto me lleva a fiarme de Pablo González. Ya me contaréis si Josep Olivé se acerca al podio al final. Será una buena señal.

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