El tercero y el cuarto acto se inician a partir de la despedida de Orfeo del aire libre y de la superficie de la tierra (“Adiós, tierra, adiós, cielo y sol, adiós…”). Los dos primeros sucedieron en ambiente pastoril. Los dos siguientes, en cambio, discurren en el escenario infernal. Cambia la música instrumental: el estilo de los preludios e interludios. Cambia también la instrumentación, acorde al carácter tétrico del escenario, con predominio de instrumentos de la familia más tenebrosa y chirriante del basso continuo: citarrones, órganos mecánicos, tiorbas, etcétera.
Acto tercero
Orfeo llega a la laguna Estigia acompañado por la Esperanza, que le deja sólo al ver la inscripción grabada en las puertas del Hades «Abandonad toda esperanza los que entráis aquí». A pesar del lisonjero “Possente spirto” que le dedica, Caronte se niega a pasarle en su barca, pero Orfeo logra dormirle con su arpa, y, robándosela, cruza el rio y entra en el infierno mientras un coro de espíritus celebra a esa criatura que “no intenta nada en vano, y contra el (que) la naturaleza no sabe armarse”, que “ha domesticado el mar con madera frágil y desdeñado la furia de Austro y Aquilón», los vientos
Acto Cuarto
Ya en el infierno, Orfeo logra emocionar con su canto a Proserpina. Ésta le ruega a Plutón que permita a Orfeo recuperar a su amada Eurídice, haciendo referencia a su antiguo amor, por el cual él la rapto y llevó a los infiernos. El dios reconoce también haberse conmovido con el canto de Orfeo y las plegarias de su esposa, y acepta con la condición de que Orfeo no vuelva la mirada a su amada mientras la guía hasta salir del infierno. Orfeo parte, y está combatiendo sus dudas “¿quién me asegura que ella me sigue?” cuando un ruido le hace pensar que los envidiosos dioses se la están arrebatando y se vuelve. Inmediatamente, es amonestado por un espíritu, “Rott’ hai la legge, e se’ di grazia indegno”, has incumplido la ley y no eres digno de gracia, y Eurídice empieza a desaparecer cantando “Ay, qué vista tan dulce y tan amarga; ¿Por demasiado amor así me pierdes?”. Orfeo intenta seguirla, pero es expulsado del infierno por una fuerza invisible y el coro cierra sentenciosamente el acto: “Orfeo venció al infierno y fue vencido por su pasión. Sólo será digno de una gloria eterna aquel que consiga la victoria sobre sí mismo”.
Acto Quinto
De vuelta en los campos de Tracia, Orfeo dialoga con el eco, que repite el lamento por su soledad y por su amor perdido, y se promete que “jamás por ninguna vil mujer el Amor me traspasará el corazón con su flecha de oro.” Apolo desciende del Olimpo en una nube y tras amonestar a su hijo: ¿Por qué, hijo mío, te abandonas así a la cólera y al dolor?, le propone que lo acompañe al cielo, donde recobrará la bella imagen de Eurídice en el sol y en las estrellas. Padre e hijo cantan un alegre dúo mientras ascienden al cielo y un coro de pastores concluye que «quien siembra en el sufrimiento recogerá los frutos de todas las gracias», antes de que la ópera acabe con una vigorosa moresca.
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La educación musical, como toda educación, tiene mucho de «desmalaeducación». Recordaba L’Orfeo de Monteverdi como una obra que se iniciaba de modo prometedor pero que acababa siendo bastante monótona y repetitiva. La mala educación consiste en haber confundido o limitado la música a la melodía y sus periferias, por “culpa”, entre otros, de Beethoven y de los Beatles, y también de la pésima costumbre de hacer otras cosas mientras se oye música.
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