Ignacio Vidal-Folch – Golpes de suerte

Golpes de suerte

El País, 2 de Agosto de 2015

La vida —por lo que de ella he alcanzado a ver— es rigurosamente moral. Es como las fábulas, donde la hormiguita sumisa y laboriosa que aprovecha el buen tiempo para acarrear y almacenar comida, cuando llegue el invierno sobrevivirá, mientras que la cigarra despreocupada que se pasa el verano cantando y tocando el ukelele sucumbirá a la primera helada. La organización social es un complejo esfuerzo para pautar la vida y excluir de ella el azar; de ahí instituciones como las compañías de seguros, la policía, la sanidad pública y la jubilación, o la herencia, con la que los padres quieren proteger a sus vástagos de la incertidumbre y que éstos suelen recibir como algo natural y merecido, y no como lo que es, una arbitrariedad que habría que ilegalizar en nombre del principio de la igualdad de oportunidades.

La vida es repelentemente moral, pero también está sometida al imperio del azar, y de qué manera. A Borges le obsesionaron durante muchos años los versos de un largo poema de Almafuerte que dicen: “Yo repudié al feliz, al potentado / al honesto, al armónico y al fuerte / porque pensé que les tocó la suerte / como a cualquier tahúr afortunado”, y que él citaba aquí y allá, ayer en un ensayo, mañana en una entrevista o en una conferencia. Ignoro si personalmente compartía ese “repudio” o si lo criticaba, lo que es seguro es que tenía empeño en subrayar la importancia del azar sobre todos los negocios humanos. El tema de la influencia de la suerte, que parece que en Occidente aminora según nuestra deriva vital va haciéndose más y más pautada y mecanizada y tiene que pasar la ITV (Inspección Técnica de Vehículos) cada cinco minutos, le importaba mucho y le dedicó La lotería de Babilonia, el cuento donde especula con un país donde la lotería es parte principal de la realidad: una lotería con números inversos, números que premian y números que castigan, y donde las costumbres están “saturadas de azar”. Esa Babilonia del cuento, viene a decir, es el mundo en que vivimos.

La idea de este mundo que Woody Allen ilustra en su película Match Point, donde el destino del héroe depende de si el anillo que arroja al aire casualmente cae al césped o cae al río, imperaba hasta principios del siglo XX. Es proverbial la pregunta de Napoleón cuando le sugerían el nombre de un oficial para ascenderlo al generalato. Miraba el curriculum y preguntaba: “Bien, bien, pero ¿tiene suerte?”.

Durante la Guerra de los Siete Años Federico II de Prusia, acorralado por los ejércitos rusos y austríacos, amenazado por los franceses y a punto de darlo todo por perdido y suicidarse, se salvó en el último momento gracias al llamado “Milagro de la Casa de Brandenburgo”: y es que falleció la zarina Isabel I y su sucesor en el trono, Pedro III, que admiraba profundamente a Federico, suspendió las hostilidades ¡e incluso le devolvió las tierras que había perdido en combate! Así se salvó Prusia y desde entonces Federico creyó en su buena estrella.

Leigh Fermor cuenta que distinguió a un valiente oficial con la más alta condecoración prusiana (la orden Pour le mérite), y días después, al comprobar que no la lucía colgada del pecho, quiso saber por qué. El valiente le explicó que se había cometido un error terrible. Habían enviado la medalla a un primo suyo que servía en su regimiento y tenía el mismo nombre y graduación. “Una expresión de horror se fue gradualmente extendiendo por el semblante del soberano, se puso bruscamente en pie e hizo salir al oficial gritando: ‘¡Fuera! ¡Vete! ¡No tienes nada de suerte!”.

Los que hayan visto El hundimiento o leído el libro homónimo de Joachim Fest en que se basa esa película tal vez recuerden que Adolf Hitler tenía colgado en su despacho del búnker un retrato de Federico el Grande: aunque la situación del III Reich fuese desesperada, confiaba que se repitiese el “Milagro de la Casa de Brandenburgo”; y el 12 de abril de 1945 creyó ver repetido, como si estuviera escrito en el Destino alemán, el increíble golpe de suerte de Federico, al saber que había fallecido Franklin Roosevelt. El Führer disfrutó de unas horas de euforia, hasta que Truman anunció que los Estados Unidos seguirían combatiendo a Alemania hasta su rendición incondicional. Es que tampoco se puede forzar la suerte. Ni los milagros, por mucho que uno implore a Dios, que es el último reducto que le concedemos a la Fortuna.

José Luis Rodríguez Zapatero, que por una serie de casualidades y hechos impredecibles e inauditos pasó del anonimato, al fondo del Partido, a la presidencia del Gobierno, parece que cometió el error de creer que tenía “baraka” (suerte providencial) y podía decir e improvisar con desenvoltura cosas que al día siguiente los hechos desmentían, embarazosamente. Por el contrario Mariano Rajoy fía su reelección a la razón fría, pura, numérica, de las cifras económicas y, para desactivar el Golpe que viene preparando el Astuto del “prusés”, confía en el sentido común, la sensatez o seny último de los catalanes; o sea que se imponga la razón. Claro que en uno y otro caso puede pasar el azar como en el poema de Kavafis: que “otro desastre, otro en el que nunca habíamos pensado / súbita, tempestuosamente cae sobre nosotros / y sin darnos tiempo —sin prepararnos— nos arrebata”.

Y ya que me he referido al Astuto (no mencionaré su nombre real nunca más, pues, visto que desarticula y destruye todo lo que toca, temo que sea gafe), somos muchos los que observamos, con alipori, que tiene la fea costumbre de hablar, en plural y con untuosa jactancia, de cómo somos, cómo hemos sido siempre, cuán creativos y emprendedores, qué europeos, qué bien sabemos hacer las cosas los habitantes de su comunidad —que casualmente también es la mía—.

Pero es una exageración de la autoestima (le diría desde aquí), atribuirse a uno mismo, no digamos ya a una comunidad plural y dispar, virtudes, rasgos de carácter o méritos de unos antepasados con los que no tenemos apenas nada que ver, de la misma manera que sería exagerar la responsabilidad culparse de los errores o los vicios del tatarabuelo. Los haberes y las deudas reales o inventadas del pasado remoto han muerto de viejas. De ahí no se derivan méritos tuyos, ni facturas que puedas pasar al cobro: sólo se deriva la buena suerte de haber nacido aquí, y no un poco más al sur, allí de donde los jóvenes huyen con una mano delante y otra detrás, y donde cada niño cuando llega al mundo lo primero que sabe es que su hada madrina le ha dejado de regalo mala suerte.

Ignacio Vidal-Folch es escritor. Su última novela publicada es Pronto seremos felices (Destino).

Acerca de José Luis

Las apariencias no engañan
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12 respuestas a Ignacio Vidal-Folch – Golpes de suerte

  1. lluisemili dijo:

    Esta vez no hablamos de Grecia, verdad? Pos fale, pos no me alegro.

    • José Luis dijo:

      También hablamos de Grecia. O también de Cataluña, pero no sólo de ella. El repaso, desde las herencias al calificativo de untuoso, me ha gustado mucho, incluidas las citas y la historia. Lo político y lo particular, los comentarios sobre Zapatero, Rajoy y Más, son eso, políticos y particulares. A raiz de este artículo, he empezado a pensar si no estaré más en desacuerdo con los medios que con los fines. Y siempre he creido que los medios pervierten los fines. Sigo dubitativo y preocupado, lo que me alegraría no va a suceder, porque me alegraría que no sucediese lo que ya ha sucedido. En todo caso, inisto en que al artículo, al margen de coyunturas, me parece estupendo. Naturalmente, porque coincido con esas reflexiones sobre la suerte, especialmente con el poema que cita al principio. Ni los honestos pueden alardear mucho más que de su suerte. Y es por eso que he querido compartirlo.

      • lluisemili dijo:

        Pues a mi, el escrito y el autor, cuyo nombre (ni el alias que tenia en la Uni) no voy a citar, me repatean.
        A ver si lo entendeis: no nos ha engañado ni abducido el innombrable. El innombrable no ha tenido mas remedio que ponerse al frente si no queria terminar como Duran Lleida arrollado por la gente como nosotros que estamos hartos de que nos pisoteen la dignidad y que el público, supuestamente hermano, lo aplauda.

        • Josep Olivé dijo:

          Al frente?…pero si va «escondido» de cuarto! 🙂 🙂 🙂

        • José Luis dijo:

          No me gusta coincidir con cualquiera, ya sabes, pero al final, me importa lo que se dice, no quien lo dice. Celine, Wagner, Agamenon, su porquero, etc. Y me sorprende que rechaces de plano un artículo que, antes de sus tres últimos párrafos, me parece tan interesante como inmaculado. Con lo de las herencias, ya le habría aplaudido con las orejas.

          No creo que nadie piense que la gente esté abducida por el innombrable, desde luego, no yo. Creo que entiendo mejor a los independentistas que a los nacionalistas. Cualquiera que se sienta pisoteado pedirá que le quiten el zapato de encima. Lo cual coincide en cierta forma con lo de los fines y los medios. Un fin, seguramente tan legítimo como cualquiera, unos medios variopintos 😉 muchos, muy cuestionables.

          Espero no haberte dado el día, ni la hora, ni el minuto. No es fácil escribir sobre estas cosas, pero creo que la amistad está por encima de ellas.

  2. timamót dijo:

    El dia que li vaig llegir que «havia que enviar trens plens de psiquiatres a Catalunya» vaig fer-me una idea de la categoria intel·lectual d’aquest senyor.

    • José Luis dijo:

      No sé, no el conec, és el primer que llegeixo conscient de que no és el seu germà. A aquest article no trobo res tan alarmant. No sé si el que volía dir és que el proces és causa o consequencia de problemas que poden requerir ajuda psiquiatrica, però de fet, quan els defensors de les dos postures parlan amb tanta convicció de poseir la veritat absoluta, ja están desqualificant la salut mental dels altres. O pitjor.

      • kalamar dijo:

        Tenim massa exemples (sobretot al Twitter) de mediàtics molt retrògrads i maleducats a dues bandes. Ben pocs amb discurs civilitzat. No faré llista.
        El IVF és un dels més carcoprogres segons els indys. Jo vaig riure molt amb l’altre article que va escriure amb foto de Gould:
        http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/07/17/catalunya/1437169987_868449.html

        • José Luis dijo:

          Carcoprogre… tampoc coneixia l’espècie. Ni sé ben bé que és un indy. Potser sóc una mica carcoprogre jo. Content d’haver-te fet deixar anar una mica de tinta per aquí.

          • kalamar dijo:

            amb vacances, la tinta flueix..
            N’hi ha que són indys, altres fedes, altres espanyolistes i 40mil etiquetes que van boges per les xarxes socials. No sé quin grup és més hooligan, però el més clar és que la cosa està molt dividida i això m’entristeix. I el Mas, el més teatral de tots, amb escenografies en directe al TN de tv3 i «fem història» dia sí, dia també. Veurem al final com queda tot.
            Bones vacances, JL, espero que vinguis per aquí ben aviat, avisa!

  3. Josep Olivé dijo:

    El artículo me ha gustado y la verdad es que me ha hecho sonreir. Y esta claro el tono grave-humorístico en que esta elaborado. La anécdota de Napoleón genial. Al final lo hace llegar a lo que realmente pretende, es decir, desacreditar un mensaje muy propio del nacionalismo más recalcitrante. Nada que objetar, porque de nacionalismos recalcitrantes los hay de muchos colores. Las mismas palabras, con idénticas frases, podríamos hacer servir para cada bandera, unas con estrella, otras con escudo. Yo, la verdad, estoy harto. De unos y de otros. Harto de estar harto. Esto se ha convertido en una orgia de politequería, de demagogia y de alarde de bajos instintos que espanta. Y Mas, un irresponsable. Eso si, muy astuto, él. ¿Cómo, ostentando el cargo de presidente, puede fracturar una sociedad? El sabe que la rompe por la mitad, lo sabe, y eso, un dirigente de un partido puede que lo haga para conseguir sus fines, ¿pero un presidente? Lo creía mucho más inteligente, y preparado, por eso lo voté en varias ocasiones, pero su deriva me ha sorprendido muy negativamente. Y lo que es más grave, no la encuentro sincera. E ir de cuarto es esconderse. Él y su partido. Un dirigente debe señalar el camino, y liderar, y debe explicar (debe explicar!, que no lo hace!) que nos vamos a encontrar en él. Y yo solo veo, agriamente, la constante réplica de un chiste de «El Roto».

    • José Luis dijo:

      Este mes he visto un par de Rotos bastante contundentes sobre el asunto, de modo que ya sé a qué te refieres. Mañana o pasado pongo aquí unos cuantos suyos, porque estas semanas estaba sembrado, pero no esos, que no es este el lugar…

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