Pocas o quizá ninguna referencia a otro compositor es más oportuna, hermosa y emocionante que la que hizo Brahms de Beethoven en el último movimiento de su Primera Sinfonía. Más de catorce años escribiéndola bajo la presión del insuperable legado de Beethoven y sabiendo de antemano que se le iba a comparar con él, y, sin embargo, no evita las similitudes que la llevaron a ser considerada como la Décima de Beethoven, ni recordarnos su melodía más popular, la de la Oda a la Alegría, cuando, una especie de himno tan grande y a la vez tan sencillo como ese, aparece así en ella:
Naturalmente, un homenaje en el que Brahms hablaba con su propia y personalísima voz. No fue rara su reacción ante los que criticaban los parecidos: “Cualquier asno puede verlos”. Puedo dar fé. Y nada más alejado de un plagio: Mucho más que, bendito sea, el de Beethoven a Mozart con la propia Oda a la Alegría.
Garantizo a Brahms que yo también, también puedo dar fé…jajajaj….Muy bueno! 🙂 Me troncho!
Tengo la exclusiva. Tu monigote es como una silla verde, quizás un cocodrilo. Podrás dar fé cuando salga algo de lágrimas. 😀