Un líder político lamenta desde la prisión no haber podido pasar las Navidades con sus nenes. Natural. Aunque no tanto que lo haga público y menos aún que sea eso lo primero que le pese. Parecería que los ideales de la lucha que le ha llevado a la cárcel debieran valer su sacrificio y anteponerse a lo personal, pero resulta que lo importante es estar con los nenes en Navidad, tan importante como los intereses personales de los que bailan el pino por salir de prisión. Lo cual confirmaría que son solo políticos presos y no presos políticos de verdad. En cualquier caso, aviados estamos.
Por otro lado, un político difícilmente deja ir nada que le reste votos. Será entonces que esta blandita e infantilizada sociedad nuestra que ha sustituido la palabra grave por severo por no afrontar la gravedad de lo grave, aprecia mucho que sus líderes quieran a sus hijos, lo cual, de hecho, es propio hasta de los peores criminales. Como también parece aceptarse que se abrace con la boca pequeña la farola de la otra acera con tal de obtener la libertad y poder volver a casa con los nenes. Los navegantes que recordaba Pessoa han pasado a la historia.