

Es comprensible la renuencia del comité de Leipzig a decidirse por Bach. No tenía un título universitario, y su reputación era principalmente como organista, no como compositor. Los otros candidatos eran compositores reconocidos, y la solvencia de Bach como organista no era relevante, ya que el cantor no estaba obligado a tocar en los servicios. Su deber principal era proporcionar música coral para dos grandes iglesias, Santo Tomás y San Nicolás, en las que, alternativamente, se interpretaba cada domingo una cantata. Además, se requería música especial para los días festivos del año litúrgico y para otras ocasiones, como funerales y tomas de posesión.
De este modo, pasó Bach del casi todo secular en Köthen al casi todo sacro en Leipzig. Y durante su primer año en Leipzig, aquel compositor “corriente” compuso la Pasión según San Juan: Es de suponer que unos minutos de su complejo, poderoso y emocionante primer numero bastarían para acabar con la menor reticencia.
En su acuerdo con el consejo, Bach se comprometió a cumplir no sólo con sus deberes creativos, sino a asumir también otras responsabilidades en relación con la Escuela de Santo Tomás, tales como dar clases de música, impartir lecciones privadas de canto e incluso enseñar latín. En Leipzig compuso la mayor parte de su música coral. La lista incluye 295 cantatas sagradas (de las cuales han sobrevivido 202), 6 grandes motetes, las 5 misas, incluyendo las grandes pasiones y oratorios, y la superlativa Misa en Si menor.
Pero aunque más abundante, no todo fue música para la iglesia. En 1747 Bach visitó a su hijo Carl Philipp Emanuel, que estaba al servicio de Federico el Grande en Potsdam. Federico había expresado el deseo de conocer al gran Bach, y para la ocasión, Bach improvisó una fuga en seis partes sobre un tema proporcionado por el rey. Más tarde, completó en su casa el trabajo, que tituló una Musikalisches Opfer («Ofrenda musical») y dedicó a Federico, quizá con intenciones veladas, pero acompañada en todo caso de una encendida loa a “un monarca cuya grandeza y dominio en todas las ciencias de la guerra y de la paz, y especialmente en la música, todo el mundo se ve obligado a admirar y respetar.” También fué instrumental la última obra de Bach, el Arte de la Fuga, en la que demostró todas las posibilidades de las formas fugadas y en canon.
Al final de su vida, Bach sufrió una progresiva pérdida de visión que le llevó en su último año a la ceguera absoluta. Unos días antes de su muerte, dictó a su yerno un arreglo del himno Vor deinen Thron tret ‘ich allhier («Ante tu trono comparezco»), que adquirió carácter profético.
Bach murió el 28 de julio de 1750. Cuatro de sus hijos siguieron la tradición musical de la familia: De su primer matrimonio, Wilhelm Friedemann y Carl Philipp Emanuel; del segundo, Johann Christoph y Johann Christian.
Para Bach, escribir música era una expresión de fe. Su simbolismo musical, su talento dramático, incluso su insistencia en evitar notas innecesarias, todo servía para interpretar profundamente los textos. Todas sus composiciones, sagradas y seculares, eran «en el nombre de Jesús» y «sólo para la gloria de Dios». Su influencia en la música quedó resumida en las palabras de Johannes Brahms: «Estudia Bach: allí lo encontrarás todo».