Conocido y venerado por su atípicamente esperanzado Réquiem, Gabriel Fauré (1845-1924) fue un compositor más prolífico (y audaz) de lo que suele pensarse, teniendo en su haber muchas canciones, varias operas, música para piano, de cámara, vocal y orquestal. Delicado melodista, en su obra se incluyen un buen número de pequeñas joyas unidas por el denominador común de una melancolía nada almibarada, cuyo formato o breve duración las hace lamentablemente poco habituales en las salas de concierto. Un primer y llamativo ejemplo, la Elegía para violonchelo y piano, una elegantísima composición que encantaba a Pablo Casals.
Muy popular, en parte gracias a que fue incorporada al repertorio de aquella desoladora «new-age» de los ochenta, pero tampoco programada muy a menudo, es su delicadísima Pavana, precursora de la Suite bergamasque de Debussy y de la Pavana para una infanta difunta de Ravel, preciosa sin coro
y más aún con él.
Lo mismo puede decirse de la Sicilienne de Pelléas et Mélisande, que inicialmente fue una pequeña obra orquestal para ser arreglada luego para cello y piano por el propio autor y posteriormente para múltiples combinaciones de dúos instrumentales, muy aplaudidas por los adeptos a la “música de relajación”.
Tenemos también esta tierna Berceuse compuesta originalmente para violín y piano (quesesto de hace un par de años en versión orquestal), aquí con las más graves cuerdas del violoncello, que viene a ser como si la nana la cantase el abuelo en vez de la madre.
De entre sus «mélodies», la más popular, la misteriosa Après un rêve
y de su música coral, el emocionante Cántico de Jean Racine que compuso a los 19 años con acompañamiento de piano, pero que ya fue estrenada con cuerdas y órgano al ganar el primer premio de su graduación y que fue luego orquestada, probablemente por el mismo.
Finalmente, en una versión que hubiera agradado a su autor, que fue un consumado organista, la obra que ha sido el quesesto de este mes, titulada sencillamente Pieza (*) (palabra que también es un sinónimo de habitación) compuesta por Gabriel Urbain Fauré durante los años en que habitó en el nº 154 del boulevard Malesherbes de la urbe de París…


…el mismo lugar en el que escribió su precioso Requiem, una joya en su conjunto y en cada una de sus partes, encabezadas quizá por el celestial Pie Jesus con que concluye esta colección.
(*) Miguel la ha reconocido como Vocalise-étude y, efectivamente, la composición inicial, de 1906, era un ejercicio para voz y piano. El título de Piece aparece con posterioridad, en unas transcripciones firmadas por Théodore Doney.