Don Giovanni, la ópera, constituye una verdadera cima, incluso en el marco de obras geniales de su autor, o de sus mejores óperas. Don Giovanni es algo especial, diferente, único. Cierto que todas las grandes óperas de Mozart lo son. Cada una de ellas configura un mundo propio. Y algo semejante sucede también con muchas de sus últimas composiciones.
Cada obra se individualiza de manera radical hasta constituir literalmente una persona: una máscara específica a través de cuya singularidad resuena, en la unidad de los diversos registros conjuntados que la obra compone, una voz inconfundible, (…) una fisonomía singular inconfundible, una atmosfera y un colorido peculiar que permite hablar de un mundo propio, de manera que en esas piezas la creación adquiere gesto y carácter cosmogónico. Eso en las grandes operas de Mozart se acentúa y se redobla en razón de la complejidad de las dimensiones que entonces se tienen que conjugar: el libreto, la escenificación, la instrumentación, las formas musicales utilizadas, etc.
Pero de entre todos esos mundos de acusada personalidad destaca II Don Giovanni de manera dominante. Una prueba de esa supremacía radica en la capacidad que esa opera tiene de producir un efecto perturbador en nuestras convicciones, o en nuestras seguridades morales. (…) Como si esa obra, por su propio poder, generase una autentica transmutación de valores de radical calado y efectividad.
De ahí que aun hoy sea llamativo el contraste y la discrepancia que de manera espontanea genera; especialmente en la comprensión y valoración de su personaje principal, Don Giovanni, para unos un criminal, un delincuente; para otros el mismo Principio de Vida hecho carne y sangre; para algunos un representante genuino de una clase social en plena descomposición; para otros una figura transferencial en la cual todas las mujeres de la obra se reflejan, de forma afirmativa o negativa, pero sin que ninguna de ellas quede inmune de la prueba; para algunos una permanente lesión y objeción a todo el colectivo femenino; para otros una construcción elaborada, tramada y pergeñada por ese mismo colectivo femenino.
Parece como si el analista o el crítico no pudiesen generar un distanciamiento suficiente en relación con ese arquetipo viviente que hoy, como ayer, despierta juicios y estimaciones contrarias y sorprendentes. De manera que la comprensión de la obra queda seriamente comprometida en razón de esta falta de consenso crítico respecto a la catadura del éthos del personaje (y por extensión de los que le acompañan, secundan o persiguen). Todavía zumba en nuestros oídos la sorprendente opinión de E. T. A. Hoffmann sobre Doña Anna, que al decir del gran escritor, músico y crítico musical romántico estaba secretamente enamorada de Don Giovanni, sin poderse confesar a sí misma ese vejatorio sentimiento.
Cuesta mucho creer la versión de Doña Ana de lo acontecido en la primera escena de la ópera, y ya se encargó Da Ponte de insinuar que su nombre esta en la libretita de Leporello. Concretamente es la…mil…..le…. tre! Quiero decir que E.T.A. Hoffmann, que de románticos amoríos sabía un rato, anda en lo cierto.
El youtbe que nos propones es un fragmento de la versión de Losey para la pantalla. Me impresionó en su día y cuando se estrenó la película la repetí varias veces. Pocas obras me han dejado tan impresionado desde el primer momento. Luego salio en una cuidadísima edición en DVD que también tengo en casa. Es una fascinante versión, en la que curiosamente la acción es trasladada a varios lugares maravillosos de Italia: Venecia y sobre todo Vicenza (Teatro Olímpico y Villa Rotonda, ambas del magistral arquitecto Palladio). En su día quise revivir el espíritu de esta magna ópera visitando ambos lugares y es una experiencia única.
Otra preciosa experiencia es revivirla en el teatro de Praga donde se estrenó (The States Theatre), que aparece en la película de Milos Forman «Amadeus». En definitiva, hay obras maestras tan extraordinarias, que te dejan tan impresionado que fácilmente uno procura ir más allà de su representación convencional. Don Giovanni es, tal vez, la ópera más majestuosa jamás creada. Solo pido una cosa: que los directores se abstengan de aplicar tempos lentos! Por favor, no!
Me gusta lo que comenta Trias en sus comparaciones con otras excelsas óperas de Mozart. Los últimos post que dedicas a «El canti de las sirenas» me convencen, cosa que no siempre es así en las complejas explicaciones de Eugenio Trias. De donde sacaba este hombre tiempo para hacer un estudio tan erudito y profundo de obras y compositores?
También yo vi la película de Losey ( y la flauta de Bergmann), gran recuerdo. Y también el Don Giovanni en Praga, con una escena de dos duros y ninguna figura, pero muy dignamente resuelta. Y también coincido (ya da asco) en tu valoración de Trías, aquí menos forzado. Un tercio de las páginas que dedica a Mozart son para el Don Giovanni. Respecto a su trabajo, ya sabes: Qui va cansat fa la feina.