Festival Respighi

Ottorino Respighi, que empieza como respirar, respigón (también llamado padrastro), respingón y respigadoras (espigadoras) y termina como unos tagliatelli al funghi, (Un otorrino para el nombre hubiese sido ya demasiado), murió en 1936, cuando el mundo de la música creada para el cine sonoro empezaba a consolidarse y clásicos como Shostakovich  y Prokofiev ya le habían hecho algunas aportaciones. Pero aunque Respighi nunca compuso para la pantalla, en sus obras se encuentran abundantísimos pasajes fuertemente cinematográficos, cargados del dramatismo, la expresividad y la espectacularidad orquestal que anhelan muchos productores y que inspiran o son imitados por los más famosos, como ha reconocido el mismo John Williams.

En este sentido, la obra que quizás ejemplifique mejor esta característica de Respighi, sea las Fiestas romanas (fiestas que tanto juego han dado en la pantalla: Quo Vadis, La dolce vita, La gran belleza…), una composición que respira cine por sus cuatro costados. Lo cual incluye momentos en que parecen escucharse fragmentos firmados por autores de bandas sonoras, pero también por compositores clásicos posteriores y también anteriores a Respighi, resultando en un auténtico festival para buscadores de parecidos. Y no hace falta andar con la caña de pescar: Una audición relajada de estas excitantes Fiestas trae a la cabeza muchos recuerdos musicales. Y el gran trabajo con la Joven Orquesta Nacional de Gran Bretaña de ese grandísimo director que es el “otro” Petrenko, Vasily, hace que sus poco más de veinte minutos sean verdaderamente gratificantes.

Nada más empezar… ¿no era ese un inicio muy semejante al de Elektra, con el famoso motivo de Agamenon, dos notas breves y una larga, que también aquí se repetirán a lo largo de este primer movimiento, Circenses? Claro que lo siguiente, fanfarrias, marchas triunfales y unas amenazadoras interrrupciones de los vientos y las cuerdas más graves, se halla seguramente entre las “fuentes de inspiración” de John Williams, incluyendo la melodía que se insinúa en segundo plano en 1:01.  Luego, a partir de 1:45, los violines insisten en una plegaria que recuerda los amaneceres brumosos de Shostakovich y se tensa como su música.

Pasamos el segundo movimiento, El Jubileo. Los peregrinos caminan hacia la Ciudad Santa y los violines remedan su triste canto, en un crescendo que culmina con la visión fugaz de su destino [2:24].  Y sigue la película, hasta que las campanas celebran su llegada.

Llegamos al terccero, L’Ottobrata, el Festival de Octubre, en cuyo inicio los violines dibujan una melodía y un ritmo que podría haber inspirado a Honegger algunos momentos de su Cantata de Navidad.

Inmediatamente [1:04], el fragmento del concurso, con Herrmann y Psicosis y el Far West que por la frontera mejicana llega cabalgando a España y a Falla. Y cuando esta magistral conjunción se apaga con las llamadas de la trompa, le ha llegado el turno a Ennio Morricone (o a Beckmesser…) [4:25] con una mandolina que podría preludiar uno de los duelos al amanecer de Sergio Leone pero que conduce a una amorosa alborada.

A continuación, es el xilófono del cuarto y último movimiento, La Epifania, el que, con la orquesta respaldando a la ya muy importante percusión, nos lleva a la West Side Story de Bernstein,

aunque enseguida [0:47] aparece el pícaro Till Eulenspiegel, quien, tras un pasaje que incluye una melodía que queda para ser identificada por alguna alma caritativa [1:03], quizá de origen popular, vuelve con todo su burlón vigor, interrumpiendo reiteradamente, primero un festivo vals [2:01] y luego, un nuevo aire hispano [2:58]. Para acabar, una gloriosa cabalgada [3:38] con otros compases imperdonablemente tampoco identificados [3:45] (qué es esto, por favor!), las carcajadas del revivido Till en los ultimísimos momentos [4:37]… y tan seguro que puede encontrarse más y mejor, como que esta es una obra para disfrutar de lo lindo y no hacer demasiado caso de si recuerda a esto o a lo otro. De un tirón, que este youtube suena mejor:

 

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Acerca de José Luis

Las apariencias no engañan
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