El árbol de las B

En el principio fue Bach, y si nadie escapó a su influencia, tampoco Beethoven, cuya Groose Fugue op.133 puede verse como su propia aportación a El arte de la fuga, aunque también encontramos a Bach en otras obras suyas, como en las dos fugas del maravilloso movimiento final de la Sonata nº 31, op. 111.

Tampoco sería luego facil eludir la larga sombra de Beethoven, obviamente para Brahms, la tercera de las grandes B, con una Primera Sinfonia que llegó a ser llamada la Décima de Beethoven, o, por seguir con las B, ni para Berlioz ni para Bruckner, que basta recordar los homenajes explicitos de Harold en Italia o los trémolos graves con que se inician las sinfonías de Bruckner. Y seguro que también para Bizet, Borodín, Barber o Berg, como para cualquier compositor posterior a él, empezase o no su apellido por B. Pero para seguir la linea principal de las B hay que saltar de Beethoven a Bartok, de la fuga que abre el Cuarteto nº 14, op. 131

al inicio de la Música para cuerda para percusión y celesta

Y en la parte central de su Allegro [11:22], después de Gershwin y antes de Stravinsky (que no empiezan por B) se escucha también al Bernstein de West Side Story,

ultimo eslabón de una tontería que ha servido de excusa para poner muy buena música.

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Las apariencias no engañan
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2 respuestas a El árbol de las B

  1. Josep Olivé dijo:

    Ninguna, ninguna tontería, sino un alegato de un árbol, el de la B, que ha dado frutos que deleitan nuestros oídos. En cualquier caso, y para quién crea que ha sido una digresión un tanto forzada, hay que reconocer que la selección musical es impresionante. Y Serkin en su salsa. Emocionante.

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