En pocas películas como en El pianista de Polanski la música adquiere tanto carácter realmente protagonista. Incluso sin oírse, con la Polonesa que Spilzman, en el emocionado reencuentro con un piano durante su viacrucis, sólo puede imaginar por no delatar su presencia.
Pero, sobre todo, en la también inolvidable escena en que el famélico fugitivo toca la Balada nº 1 en Sol menor de Chopin ante el militar que le ha sorprendido en su escondite, un oficial alemán en cuya mirada se puede leer el sinsentido de su papel, la derrota del odio y la mentira ante la emoción compartida que suscita el arte, ante la verdad del corazón. Pocos alegatos como el de la música para dejar en evidencia a la estupidez humana.
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Este post es una maravilla, de música, de cine y de texto!
Gracias, amigo, esa escena vale más que un millón de palabras.
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