Brexit, Beetbye

Entre los muchos efectos que tiene el Brexit, hay uno que deja bien retratados a sus partidarios. La foto que sale es la de un sector de la sociedad británica que no sólo es antieuropeo. Es ignorante y con ganas de seguir siéndolo cuando rechaza el legado cultural que Europa, antes incluso de la creación de la UE, nos ha dejado durante siglos de humanismo y de creación artística. Es un legado del que Ludwig van Beethoven con su música y con los valores que defendía dentro y fuera de sus partituras es uno de los símbolos más potentes.

La imagen que se vio de los 29 eurodiputados del Partido del Brexit, con Nigel Farage al frente, dando la espalda de manera provocadora y mal educada cuando sonó el himno de la Unión en la ceremonia de apertura del Parlamento Europeo en Estrasburgo, es toda una declaración de la estulticia bien engrasada por los que repiten como un mantra que quieren «recuperar el control». El himno es un arreglo de la Oda a la alegría, el poema en que Friedrich Schiller propugnaba la fraternidad universal y que Beethoven, que compartía los mismos valores, insertó en el último movimiento de su Novena sinfonía.


Beethoven y esta obra suya también fueron víctimas de un intento de boicot en el Three Choirs Festival que este año se hacía en Gloucester, en el suroeste de Inglaterra, una de las zonas donde el voto a favor del Brexit en el referéndum de 2016 fue mayor. En el programa de clausura en la catedral se hallaba esta última gran sinfonía del compositor de Bonn, lo que algunas personas consideraron un insulto que merecía ser torpedeado. Tanto es así, que la venta de entradas se resintió aunque el director del festival no ahorró esfuerzos para asegurar que la elección de la Novena era totalmente apolítica. (Por cierto, el festival fue creado hace tres siglos para interpretar obras de un compositor nacido en Sajonia, Georg Friedrich Händel).

La música, todos lo sabemos, es un lenguaje universal que, pensábamos, no conocía fronteras ni físicas ni mentales y que habla directamente al corazón de la persona. Se ve que ya no. Y si ahora la relación de algunos británicos con Beethoven es conflictiva, no lo era en absoluto mientras el compositor vivía. Tanto es así que la Sociedad Filarmónica de Londres le invitó a su sede londinense donde la excelencia de las interpretaciones de la música más avanzada del momento era norma de la casa, pero el compositor declinó la invitación por motivos de salud . Y así, la invitación frustrada se convirtió en un encargo que aquella sociedad le hizo y que el músico cumplió escribiendo una partitura entre 1822 y 1824 que era precisamente su Novena sinfonía!
 
Los efectos del Brexit en el campo de la música no terminan con una cuestión de repertorio. No tener acceso a la libre circulación de personas, mercancías y servicios afectará a todos los sectores de la economía y no sólo la del Reino Unido, pero como aquí hablamos de música se trata de ver qué consecuencias tendrá para el hasta ahora rico mundo musical británico, un mundo que vive de la interrelación entre personas de orígenes muy diferentes pero que comparten una misma cultura reunidas en torno a la música.

Uno de los que piensa que el Brexit acabará siendo una catástrofe es John Elliot Gardiner, uno de los más grandes intérpretes de la música de Johann Sebastian Bach con sus English Baroque Soloists y el Chor Monteverdi, y fundador también de la Orchestre Révolutionnaire et Romantique. Esta orquesta la forman artistas de 16 nacionalidades distintas que normalmente ensayan en Londres. «Esto lo podríamos cambiar -decía Gardiner en una entrevista- pero el verdadero problema no es ese. El problema es que será muy difícil y problemático que vengan a tocar en Inglaterra por la cuestión de los visados ​​y los permisos de trabajo ».

La movilidad de los músicos en ambas direcciones es realmente preocupante. No es sólo la pérdida de tiempo que representa pedir un visado, atravesar fronteras hasta ahora inexistentes y tener los permisos de trabajo correspondientes, cosas que afectan a los músicos, pero también a técnicos, managers y productores. Al coste que todo ello implica hay que añadir un permiso que se aplica a las personas que hacen un viaje de trabajo, un permiso que en este caso es necesario para cada instrumento que debe entrar en la UE, a fin de asegurar que no se trata de un comercio de instrumentos internacional camuflado. Se le conoce como carnet y cuesta alrededor de 370 euros. Si esta cantidad se multiplica por 80 o 100 músicos que pueden ser los efectivos de una orquesta con sus instrumentos, el resultado puede llegar a ser inasumible.

Mark Pemberton, director de la Asociación de las Orquestas Británicas decía en la BBC que si los costos añadidos a las orquestas de su país les resultan más caros que a una alemana o italiana, «adivina qué pasará, que perderemos el trabajo». Y añadía que la imagen de un centenar de músicos con sus instrumentos atravesando el Canal de la Mancha puede ser muy pronto cosa del pasado. Todavía hay otra cuestión que ya se hizo evidente en verano cuando hubo músicos que habían participado en festivales como el de Edimburgo que pedían ser pagados en euros y no en libras esterlinas por la caída de esta moneda.

La transmisión del conocimiento también saldrá perjudicada. Londres tiene grandes centros de formación musical abiertos a alumnos de todas partes. Sólo por citar algunos muy cercanos, el barítono Josep-Ramon Olivé, los pianistas Josep Surinyac, Marta Puig y Ricard Rovirosa, y el director David Giménez han estudiado en la Guildhall School of Music & Drama, mientras que el pianista Bernat Català y la mezzosoprano Mercè Bruguera lo han hecho en la Royal Academy of Music. Ir a Londres a estudiar será mucho más complicado y difícil y es de prever que los estudiantes busquen el perfeccionamiento en otros lugares de calidad similar y más fácil acceso.
 
La industria musical británica es en su conjunto un negocio multimillonario, en cuanto a la música en vivo, ya sea clásica o popular, y a la edición y discografía. Este último sector también sufrirá. Entre otras cosas porque la mayor parte de los CD y vinilos británicos se prensan en el continente, sobre todo en Francia, y esto significa precios más caros y, en definitiva, el entierro de un sector de esta industria que ya está en declive como es el distribuidor y vendedor final.

La gran mezzosoprano Sarah Connolly acierta cuando señala el resultado de todo ello. Dice que se habrá hecho realidad la idea de aislamiento y de pobreza: «La de una isla que se cierra sobre sí misma». Y sorda, como el ahora denostado compositor, pero sin ese deseo de fraternidad con que impregnó su Novena sinfonía.

Rosa Massagué. El Brexit contra Beethoven. Política & Prosa, 21/11/19

Empio, dirò, tu sei, / Infame, diré, que eres tú,
togliti a gli occhi miei, / Apártate de mi vista,
sei tutto crudeltà. / Eres todo crueldad.
Non è da re quel cuor, / No es de rey un corazón
che donasi al rigor, / que se complace en el rigor,
che in sen non ha pietà /que en su seno no tiene piedad.

De espaldas pero en pie, podrían argumentar que el rechazo no era a Beethoven sino a la comunidad que ha elegido como himno el de su Novena, y, mala educación y torpeza al margen, no les faltaría razón. Sin embargo, lo sucedido en Gloucester muestra claramente hacia dónde llevan y hasta dónde llegan tales rechazos. Habrá que ver cuánto suben las acciones de Purcell y Elgar en el Reino Unido, y cuando vuelve a escucharse el Himno a la alegría en los Proms.

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The way you changed my life / La forma en que cambiaste mi vida
No, no they can’t take that away from me / No, no pueden quitarme eso

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Acerca de José Luis

Las apariencias no engañan
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2 respuestas a Brexit, Beetbye

  1. Josep Olivé dijo:

    Pues yo diria que de la saga política que nos invade aquí, allá i más allá más de un miembro i una miembra debe pensar que es un himno para la ocasión. Por lo que respecta a la firmante pues que es de lo mejor de lo mejor que tenemos en Barcelona en actualidad y crítica musical. Un auténtico lujo de periodista musical (y de política, también). Respecto de la impostura hacia el gran sordo pues que nada pueden ni podrán contra él. Es demasiado grande para unas islas tan pequeñas. Pero hay más: la música más bella y fascinante que ha salido de esas islas és de un alemán. Y bien que nos lo recuerda Sarah Connolly en el youtube que nos muestras.

    • José Luis dijo:

      Coincides con Neus en la buena opinión sobre Rosa Massagué.

      Es curioso que la Gran Bretaña haya dado tan poca música excelsa antes de Beatles y cia. Dido, El ascenso de la alondra, la Fantasia sobre Tallis, las Enigma, las marchas y algunas miniaturas de Elgar… De memoria no recuerdo más, no sé si hay alguna razón que lo explique, aunque tambien es cierto que las periferias de Europa tampoco han sido muy potentes.

      Bueno, a ver como les/nos va con estas cosas de la democracia plebiscitaria, que esa no es el menos malo de los sistemas posibles.

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