Desde ayer, el desolador Adagio para cuerdas de Barber suena todos los días a las 12 del mediodía en la Puerta del Sol de Madrid como homenaje a las víctimas y enfermos de coronavirus y a sus familiares. Salvando naturalmente el propósito, no parece muy acertada la elección de esa, por lo demás, bellísima e impresionante pieza, una de las más tristes pero también angustiosas que se han compuesto jamás.
Puede ser adecuada para algún momento de un funeral, pero para la particularísima ocasión que estamos viviendo, mejor el Pie Jesu del Requiem de Fauré, por ejemplo, capaz de hacer llorar aún más por los muertos sin necesidad de acongojar aún más a los vivos, a los que besa en cambio con la esperanza de su emocionantísima dulzura. (Conviene preparar ahora los pañuelos, que la interpretación es sublime y estos días se está siempre a punto)
Aunque, desde luego, ojalá muy pronto lo que vuelva a oirse en la Puerta del Sol y en todas las calles sea el bullicio.