
Beethoven era de carácter altivo, orgulloso y a veces colérico, pero tenía un corazón tan grande y era tan generoso que sabía sacrificarse como nadie ante quien estaba sufriendo. Todos los que le conocieron le quisieron a pesar de su carácter gruñón y le apodaban “El hombre bueno”. Invitado a la Corte y solicitado por princesas y nobles damas, rehusaba tocar para ellas, hasta que un día, en casa de una de sus amigas, la baronesa Ertmann, que acababa de perder su único hijo, Beethoven le estrechó la mano en silencio, se sentó ante el piano e improvisó durante más de una hora compadeciéndose así del dolor de esa madre afligida, con el sublime lenguaje de los sonidos. La reconfortó y le dio esperanza. Era precisamente la época (1797) en que para Beethoven empezaba a hacer acto de presencia la más grande y más terrible de sus desgracias: la sordera
¿Qué tocaría? Si se está para músicas, la que mejor acompaña los momentos tristes es justamente la triste: Por su solidaridad, porque en esas circunstancias propicia muy fácilmente algún benéfico desahogo, y porque su misma belleza es ya una esperanza. Y puede que Beethoven improvisase para la abatida condesa sobre el Adagio de la Patética que pronto publicaría y que cumple sobradamente con todos esos requisitos.
Sin embargo, tan sólida (y trascendental) hipótesis se viene abajo porque la fecha de 1797 que se lee en la estampa del extracto de carne francés es errónea. La condesa Dorothea von Ertmann, alumna, intérprete preferida y quizás la “Amada Inmortal” de Beethoven, se casó en 1798 y no conoció al compositor hasta que el matrimonio se mudó después a Viena. Perdería efectivamente a su único hijo, pero eso habría sucedido en 1804 y no en 1797, según fuentes que también afirman que fue él quien la invitó a su casa y no al revés, y que durante la sesión Beethoven dijo: “Nosotros nos hablamos por medio de la música”. Con lo que, no hay que desanimarse, un buen candidato para la escena podría ser ahora el movimiento lento de la “Appassionata” en la que estaba entonces trabajando Beethoven, que además son unas variaciones, algo muy propio para una jazzística improvisación de Beethoven.
Más grave es el error de sugerir que Dorothea Ertmann era una más entre las princesas y nobles damas que querían escuchar al músico de moda. La condesa era una buena pianista, la preferida de Beethoven al margen del alcance de su amistad y de que fuese ella o no la “amada inmortal” a quien se dirigía la famosa carta hallada tras su muerte. Estrenaría una de las Sonatas para cello (y piano) de Beethoven, y según el biógrafo Anton Schindler “captaba intuitivamente las más ocultas sutilezas de las obras de Beethoven con tanta seguridad como si las hubiera escrito ante sus ojos” y sin la condesa pianista “la música de Beethoven hubiese desaparecido incluso antes del repertorio” pues abrió una sala dedicada a preservarla. Beethoven le dedicó una de sus sonatas, la nº 28, pero eso sería doce años después de la muerte de su hijo, y aunque el aire infantil de su Allegretto inicial podría perfectamente casar con un recuerdo del pequeño (en consonancia también con la anotación «algo vivaz y con el más íntimo sentimiento» y con el aire amenazador y los acordes trágicos que aparecen cerca del final), tampoco hubiese sido demasiado apropiado en aquella triste circunstancia.
Pero vaya Ud. a saber. Igual le tocó algo parecido a la Marcha Turca para animarla. Nos vamos a quedar con las ganas.
No se donde leí que la larga introducción en piano solo de la «Fantasia para piano, coro y orquesta» fue pura improvisación. Cuesta creerlo, no porque no fuera capaz, sino porque una obra concertante requiere de previa organización instrumental y de orquestración. No obstante, cuando se escucha la obra por primera vez al poco rato uno se pregunta para que ha hecho venir Beethoven a tanto coro y a tanta orquesta. Yo creo que, efectivamente, se desmelenó en una improvisación marca de la casa pero que algún momento debió alzar la mirada y vió a un director desesperado como pensando: «…y yo cuando?…»… Y entonces se recondujo todo. Y fue, creo, en el libro de Harold C.Shonberg donde leí que mucho de bueno nos hemos perdido de aquellos salones del XVIII y XIX en donde grandes pianistas competían en improvisaciones, o sencillamente genios, como Beethoven, daban rienda suelta a sus ideas musicales para consolar o alegrar a una dama.
PD: En el estreno, con Beethoven al piano, del tercer concierto para piano y orquesta en do menor, el rondó carecía en absoluto de partitura alguna para la parte solista. La orquesta sí tenia sus partituras, faltaría más, pero nadie, absolutamente nadie, sabía que iba a salir de los dedos de Beethoven, simplemente porque ningún pentagrama lo predecía. Hasta dudo que el mismo legendario intérprete lo tuviera muy claro. Y salió esto…(y hay que escuchar como suena en los dedos de Brendel, redios!!!)
Por cierto, me olvidaba de la larga espera de la «Fantasia para piano…y demás…»…. Aquí puede observarse que es Ozawa quien parece decir eso de que…»…cuando terminas?…»…a una titánica Argerich que en su forma de tocar, potente y avasalladora, me recuerda cada vez más al impagable Horowitz. Y ya me callo. 🙂
Cuanta tela de la buena…
Respecto a las improvisaciones, debía ser genial. El problema es que ahora pocos compositores son tan buenos pianistas, y sobre, todo, lo que componen tampoco es que sea lo más propio para improvisar… o para disfrutar de ello. Tendrían que ser los intérpretes, pero, más alla de bromas jazzisticas, ¿quien se atreve? Y sería mágnifico: Jam Beethoven con, pongamos, Sokolov o Lewis…
Te agradezco que me hayas puesto esa magnifica fantasia y esa magnífica interpretación. Me he visto hasta los aplausos, por disfrutar de la emoción y felicidad de los músicos. La obra me parece una de las mayores afirmaciones del piano, y la larga introducción, fundamental para asentarlo como voz cantante. Pero también para contrastar su efervescencia con la sencilla melodia de la novena. Beethoven de cabo a rabo, el piano se escucha hasta cuando no toca, el único momento en el que parece apartarse es cuando llega el climax del coro, que es a lo que conduce todo. Qué obra mas redonda e inteligente. Y que bien tocada por todos. Por cierto, nada menos que Matias Goerne y Nathalie Stutzman entre los solistas. Para haber estado…
Y no te calles, que me pierdes. Además, te has olvidado de opinar de Casadesus 🙂
Bueno si, el post tenia dos partes «per a sucar-hi pà»: el texto i los youtubes. Vayamos ahora a por los youtubes. Pues a Casadesus no tuve oportunidad de escucharlo en vivo y en directo, y no por falta de ganas sino porque murió en el 72 y además no se disponen de él muchos conciertos grabados, pero se que fué una celebridad. No puedo opinar con rigor pero interpreta una de mis sonatas favoritas, la 28 y me ha gustado su toque tranquilo. En cambio si podría hablar de Fazil Say, que es unos de los músicos actuales que se acerca más al espíritu musical del XIX: concertista, compositor, arreglista e improvisador. No es un concertista de altísimo nivel pero es que a mi me gustan mucho también los concertistas que no son de altísimo nivel. La caracteristica más a tener en cuenta en Fazil Say en su faceta de improvisador, arreglador y compositor. Su concierto para piano y orquesta «Water» és muy bello y puestos a improvisar/arreglar veamos esto…
Y qué decir de la cara perenne de niño prodigio: Evgeny Kissin. Siento pasión y admiración por este pianista, que he seguido en concierto en Madrid y Barcelona. El último con sonatas de Beethoven que enloqueció al público del Auditori. Me lo pasé teta. Y hay que ver su manera de acceder al concierto, su manera de caminar, su manera de acercarse al público, tan inocente, tan adolescente aún, su manera de comunicar los bises y claro, por su puesto, su genialidad pianística. Menudo Karajan cuando anunciaba a gente tan joven con su: «este va a ser bueno, muy bueno». Y no era marketing, tanta madera no necesita marketing. Lo digo porque siempre se hicieron veladas acusaciones «comerciales» al divo austriaco. Se le podia acusar de algunas cosas, pero no de tener un ojo interesado para descubrir talentos. Y el bis del youtube con la divertida marcha turca de Beethoven es genial. En el concierto de este año de las sonatas lo interpretó! 🙂 Y Yundi, otro genio procedente de la China. Me gusta.
Bueno, bueno, sin avasallar 😀
Coincidencias, ya tenía acabada una entrada en la que esta semana sale esa marcha turca (Arcadi Volodos/Fazil Say/Yuja Wang)
Peeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeero… (je je)
…acompañada de «la otra» marcha turca, que no es la otra. Y dejo que medites al respecto, para que tu solito rectifiques el lapsus
Ya empezamos… Desconcertado me tienes… Te hago responsable directo de las horas que no duerma esta noche… 🙂
«Y el bis del youtube con la divertida marcha turca de Beethoven es genial.»
No ví nunca a Kissin. En todo lo que le he oido llama la atención su sensibilidad