Y cuando llegué al pueblo advertí que sólo los hombres habían mudado, pero lo esencial permanecía, y si Ponciano era el hijo del Ponciano, y Tadeo el hijo del tío Tadeo, y el Antonio el nieto del Antonio, el arroyo Moradillo continuaba discurriendo por el mismo cauce entre carrizos y espadañas, y en el atajo de la Viuda no eché en falta ni una sola revuelta, y también estaban allí, firmes contra el tiempo, los tres almendros del Ponciano, y los tres almendros del Olimpio, y el chopo del Elicio y el palomar de la tía Zenona, y el Cerro Fortuna, y el soto de los Encapuchados, y la Pimpollada, y las Piedras Negras, y la Lanzadera por donde bajaban en agosto los perdigones a los rastrojos, y la nogala de la tía Bibiana, y los Enamorados, y la Fuente de la Salud, y el Cerro Pintao, y los Siete Sacramentos, y el Otero del Cristo, y la Cruz de la Sisinia, y el majuelo del tío Saturio, donde encamaba el matacán, y la Mesa de los Muertos. Todo estaba tal y como lo dejé, con el polvillo de la última trilla agarrado aún a los muros de adobe de las casas y a las bardas de los corrales.
Miguel Delibes. Viejas historias de Castilla la Vieja.
«…lo esencial permanecía… todo estaba tal y como lo dejé…»
¡Bellísimas las fotos!
La primera es de un pueblo de aqui cerca de nombre precioso, Fontihoyuelo, el mismo cielo y los mismos alamos que tengo la suerte de ver a diario. El otro es Otero de Sariegos, en Zamora, que sale en Google cuando escribes «pueblos abandonados de Castilla»…
Cómo escribe Delibes!!!
No tengo ni idea de técnica literaria, pero creo que el equilibrio de las palabras en cada frase y de las frases en el parrafo tiene mucho que ver con ese resultado. Un lujo.