Si ducharse es la actividad que más incita a (dar) el cante, es también cierto que cocinar estimula poderosamente la sensibilidad musical, aunque en la relación causa-efecto quizás debieran considerarse esos vinitos tan frecuente y benéficamente asociados. El hecho es que cocinando apetece mucho oír música. Y el caso, que estando Neus hace unas semanas liada con los fogones, en la radio sonaba la retransmisión desde el Teatro de la Zarzuela de una apropiadísima zarzuela (no, no estaba guisando una zarzuela). Era La del manojo de rosas de Sorozabal. Y cuando acababa el Dúo de Clarita y Capó…
…los efluvios (de lo que cocinaba o de lo que fuera) obraron el milagro: “A ver si Bernstein…”
Nada, nada…que me quedo con las dos! 🙂
La verdad es que primero pensé que habrían «arreglado» la zarzuela para acercarla la pieza de Bernstein, pero no: era así originalmente.