– ¿117?
– Sí, 117. Pero primero cíteme cinco obras religiosas de Mozart.
– ¿Cinco? Vamos a ver: El Réquiem, La Misa de la Coronación, La Gran Misa en do menor, estooo… el Ave Verum y… ¿vale la Música Masónica?
– Podría valer, pero lo que no vale es no haber citado las Vísperas… ¿Cómo? ¿Que no las conoce? Pues no conoce a Mozart. O eso dijo Alfred Einstein en su famosa biografía: “Quien no conozca esas obras, no conoce a Mozart” De modo que ya somos dos los que tenemos que escuchar detenidamente las dos vísperas a que se refiere, las Vesperæ solennes de confessore y las Vesperæ solennes de Dominica.
– ¿Y el 117, a qué viene?
– Pues estamos en lo mismo. Si la cuarenta es la cuarenta y el veintiuno el veintiuno (como la novena es la novena), 117 solo hay uno: El Laudate Dominum que inicia el Salmo 117 incluido por Mozart en las Vísperas de confesores. Porque sus pocos versos han sido utilizados por otros muchos compositores, desde Vivaldi hasta Honegger, pasando por Liszt y, sin ir más lejos, el mismo Mozart en las otras vísperas, las de domingo, pero el Laudate más laureado y justo propietario del dorsal 117 es el de las Vísperas de confesores, que, si ni este recordamos muy bien, ya podemos ir poniéndonos de rodillas. Y si lo recordamos no hace falta decirlo.
|
|
Haberse puesto colorado valdrá para recordar mnemotécnicamente (y poder impresionar al personal con ello) que esta fue una de las últimas composiciones que Mozart compuso a instancias del arzobispo Colloredo, su “queridísimo” patrón en Salzburgo. Pero para no olvidar que la escribió poco después del desgraciado viaje a Paris en que falleció su madre, basta volver a disfrutar de la profunda y serena belleza de “una pieza que no se preocupa en absoluto por ser religiosa y posee tal encanto y expresividad poética que difícilmente se puede encontrar algo parejo», de nuevo palabras de Einstein, el otro. O el uno, según se mire.
Veinticuatro años tenía, como las horas del día, y qué grande era el mozo en la pena como en el alborozo, qué inmenso conocimiento para expresar así tanto sentimiento… Buenooooo…. igual a Mozart le hubieran hecho gracia los pareados, que a fin de cuentas era un heterodoxo, como demostraba aquí, tratando con una emoción reverencial unas palabras que los demás compositores, incluyendo todos los citados, han rodeado de una alegría exultante y triunfal.
¿Tienen todavía unos minutos? Pues vamos ya que nos vamos, que no solo es el laudate, son otros cuatro salmos además de un magnificat(e) y habrá que escuchar al menos las de los confesores si no queremos que nos vuelvan a sacar los colores. (Y de paso repetiremos el 117; pongan al niño el chupete)
Las del domingo, sin rima ni video, aquí.
A Mozart no solo no le encantaban ripios y pareados sino que los usaba constantemente. Y no siempre tan correctos como los tuyos… 🙂 Veamos, no es que tenga minutos, dispongo de toda la noche hasta el alba si se trata de música como esta. Einstein estaba mucho más enamorado de Mozart que de los átomos o de sus relatividades, de eso no tengo ninguna duda. Y la serie dedicada a su vida y obra (en Netflix o Amazon, ahora no recuerdo, muy buena por cierto) debería haber profundizado en este amor por la música que estoy escuchando en estos momentos. Y escucho enteritas las dos Visperas y llegado a sus Laudates pues puede que lo que vaya a decir sea poco reverencial, un poco hereje, un poco anticlerical…pues, pues, pues que ni Colloredo ni su Iglesia se merecían esa música! Los ángeles, si, pero ellos no.
PD: Bueno, mañana me confieso y ya esta. 🙂
Gracias, todo lo que no sea cachondearse de mis ripios es una muestra de buena voluntad. Era una forma de despistar. Conocía el Laudate pero no lo recordaba como merece, y de las Visperas, nada. Y es im-presionante
Respecto a Einstein, el de la cita podría ser Albert, porque su admiración por Mozart era notoria, pero es Alfred, el musicólogo. Hasta no hace mucho yo creía que era la misma persona. No sé hasta qué punto será común el apellido, pero es una curiosa coincidencia que compartan también su preferencia por Mozart por encima de todos. Y casi el nombre.
PD: Supongo que hoy la confesión debe ser telemática. No tiene mérito.
Telemática?…Ni presencial ni telemática: telepática! No hay que dejar rastro… 🙂
😀 😀 😀 😀 😀 😀 😀 😀
Pingback: …salvo quizás la Serenata op. 135 de Schubert | Ancha es mi casa