¿Por qué no hacemos el 1 de Octubre nuestro propio concierto de Año Nuevo?
Cada oveja en su Auditorio, unas cuantas flores, nos ponemos más guapos aún y a celebrar el auténtico inicio del año con las sonrisas que luce cualquiera con cosas como las que retransmiten el primero de Enero desde el Musikverein. A fin de cuentas, todos tenemos un río más o menos cerca, y el Danubio, tampoco es azul. Ni imprescindible, que ni siquiera lo es Strauss. Y este año, ni siquiera el público.
¿Por qué no se deja de suponer que todos sabemos tantísimo?
Hace diez años, en un concierto en el que coincidían la Obertura de El murciélago y el Concierto para Oboe de Richard Strauss, un par de vecinas de localidad, tras arreglar los problemas de la sanidad pública con sendas sabias medidas, que eso es intemporal, se pusieron a discutir si Richard Strauss era hijo o nieto de Johann Strauss. Por las fechas de nacimiento, llegaron a la conclusión de que sería hijo.
Puede que más de uno se molestase si en el programa le explicaran lo que ya sabe, pero algunos agradeceríamos unas cuartillitas con esas cosas que nunca se escriben por no herir susceptibilidades. Y, de paso, comentarios sobre el programa para iletrados musicales. En papel barato, se podrían hacer por categorías, para absolutos ignorantes, aficionadillos, expertos y catedráticos. Y sin olvidar las sencillas cuestiones genealogicas que tanto inquietan al personal.
¿Por qué no crear de una vez el Servicio de chismorreos e informaciones varias post-concierto?
Teóricamente para preguntar qué era la propina, pero de paso, la dirección de la peluquera de la primer violinista de la segunda fila o la del sastre del timbal (para no ir), o si el director ha tenido algun problema con los metales, que han tocado como los ángeles y es la única sección a la que no ha hecho levantar.
¿Por qué no adjuntar un manual de instrucciones a las entradas regaladas?
¿No es lo más lógico aplaudir cuando a uno le venga en gana? Pues, mientras la mayoría de aficionados creamos que no, habrá que enseñar al que no sabe. Eso, y cosas como que los pasajes más silenciosos no son el mejor momento para desenvolver lenta y nada sigilosamente un caramelo, que pasaría totalmente desapercibido si se abriera de un tirón en el fragor de un climax. O que, contra lo que parece, ni es obligatorio toser en las pausas entre movimientos, ni los conciertos curan los resfriados. O que canturrear o llevar el compás más o menos ostentóreamente (qué palabro más maravilloso!) puede provocar un ataque de nervios al vecino, que, pobre, quizás no tiene ese mismo impresionante sentido del ritmo. Y así. Porque hay cosas que, realmente, no se pueden evitar
pero también hay otras muchas que sí.
Una última propuesta, aunque ésta tiene alguna probabilidad de no seguir siendo ignorada, porque se trata de jugar al quesesto: En este youtube se escuchan (o se intentan escuchar) fragmentos de tres obras: La 40 de Mozart, el Concierto para violín de Tchaikovsky y… ¿cuál es la otra? Venga, el autor por lo menos, que hay seis pistazas:
1. Es la primera (la obra)
2. pero no la última (que se escucha)
3. No fue el primero (el autor)
4. ni el último (ni mucho menos)
5. de los frutos de un venerado padre (pero que muy venerado)
6. cuyo apellido se repite mucho en esta página (aunque no se lea más que una vez)
La respuesta, aquí (o en el mismo demoníaco invento que me la ha dado a mí).
® Hace diez años: OBC – Strauss, Strauss y Debussy (Aviat y Krivine): ¿Por qué?
En el año que llevamos de pandemia, a los conciertos que he podido ir no se han oído apenas toses, ni caramelos, ni cremalleras de bolsos, ni carraspeos, ni aplausos extemporáneos, ni cuchicheos, ni risitas, ni entradas/salidas, ni tacones lejanos, ni portazos, ni móviles, ni gente que va a pasar el rato, ni gente que se aburre. Tal vez ha habido una selectividad natural en la que solo asistía gente que ama la música y deseaba irrefrenablemente escucharla en directo tras meses de ayuno. Y se ha notado. Vaya si se ha notado. Y también, en lo que respecta la OBC, ha habido un esfuerzo notable en programar muchísimas obras que con toda seguridad no se hubieran programado en una temporada normal. La lista de obras interesantísimas, poco frecuentes pero de gran calidad, de obligado pequeño o mediano formato debido a las circunstancias que se han programado es impresionante. Es de agradecer que, aún teniendo un director titular fantasma y al que no se le ve el pelo y que cuando pasa por aquí ofrece actuaciones de puro trámite sin interés, ni vocación, ni ganas, aún con ese importantísimo hándicap, la OBC esté ofreciendo una temporada tan extraordinaria. Y es obvio que llegar a este estado de cosas a costa de un pandemia no es para celebrarlo, ni mucho menos, y considero insufribles esas frases pronunciadas por bocazas que empiezan diciendo…»…gracias a la pandemias se ha…»…pero sí que me ha quedado claro que de alguna manera (que no sea a causa de algo tan bestia una pandemia) asistir a un concierto «sin efectos especiales» es posible.
Esto es una carta al director de La Vanguardia. Por lo menos.
P.S. Perdona a los de «gracias a la pandemia», es sólo torpeza
Buscando la cita de Volodos, aparece esto suyo:
«Dicen muchos que hay menos público en las salas, pero creo que, cuando hay menos público, hay algo muy positivo: que es mucho más cálido y que hay una atmósfera diferente, porque están solo quienes quieren estar»
Exacto! Exacto!
Hay al menos una cosa en la que los que habitualmente escuchamos música ‘enlatada’ tenemos ventaja : no debemos soportar a pelmazos ni a invitados desinteresados por la música. Y a la vez sentado en un buen sillón recuerdo las incómodas butacas en las que, alguna rara vez que voy a un concierto, no disfruto de la música porque me duele la espalda…
Yo creo que, a pesar de todo, compensa el directo. Pero me parece que fué Volodos el que dijo que no volvería a asistír jamás a ningún concierto porque, como oyente, estaba hasta el gorro del público
Eso no lo discutiré nunca porque creo que los que vivís la música en directo veis además otras cosas que los que no hemos tocado ningún instrumento y además desconocemos la técnica musical no podemos apreciar. Nosotros sólo somos capaces de apreciar una parte, algo como una imagen fija de lo que en realidad es vivo y lleno de matices, pero es la que está a mi alcance.
No te digo que no de manera taxativa, porque es verdad que en ocasiones hubiera preferido quedarme en casa, tal ha sido la desfachatez de cierto público. Pero en condiciones normales en el directo no solo tienes el sonido más natural posible, el más hermoso, sino que hay una conexión intérprete-oyente que, si el interprete es de los buenos y uno esta por la labor, el goce musical es mayor aún, y ya no te digo si se produce esa gloriosa comunión colectiva que a todo quisqui (asistente) nos hace sentir lo mismo. Te animo a que gradualmente intentes ir a unos directos, porque es muy probable que pilles uno que hará que ya no lo dejes. 🙂
No hay discusión, lo he reconocido antes: para escuchar un concierto de forma completa hay que oírlo en directo. No podéis convencerme porque ya lo estaba 🙂
Pero me ocurre que varios años he estado asistiendo a conciertos en un gran auditorio (moderno) que tiene unas butacas que no aguanto y me he dado de baja. En parte es porque están mal diseñadas y en parte porque mi diseño tampoco está bien: sufro desgaste cervical y al cabo de un rato no sé en que postura ponerme y se acabó el disfrute. En casa, en mi silla cómoda no me duele. es otra cosa. De todos modos alguien que, como yo, desconoce casi todo de técnica musical, probablemente llega pronto al límite de lo que un concierto le puede ofrecer.
Entiendo, perfectamente. Haces bien entonces, haces bien. También se disfruta muchísimo en casa escuchando música, sencillamente porque cada uno escoge las condiciones óptimas más personales para su recepción. Y una cuestión importante: no hace falta saber nada de nada de música para captar su mágica y vivir de su belleza.
Pues sí que es un problema, lo de tus cervicales. Lo otro, no lo sé, porque estoy como tú, pero, no consigo recordar qué importante director comentó hace unos años que añoraba el poder escuchar música como un simple aficionado, sin que sus conocimientos técnicos interfirieran. Supongo que los que saben ganan unas cosas, pero tambien pierden otras.
Os leo y me sumo al comentario de Veset : creo que con (al menos) los conocimientos por haber recibido una educación musical en algún instrumento se debe disfrutar más de la Música.
Pero, con o sin ellos, lo importante es escucharla!…aunque nuestros gobernantes piensen que, al igual que toda la cultura en general, no es demasiado importante para la formación de los ciudadanos de nuestro país…
La gente escucha música pero, en su mayor parte es la comercial, la actual que sale en los medios…y…está muy bien pero…se pierden TODA la música anterior a…no sé…los años 50? Porque hay que reconocer que para aficionarse a todo lo anterior al siglo XX hay que dedicar tiempo y esfuerzo, y si naces según dónde y con según qué nivel económico familiar …se hace bastante difícil
Un saludo
Disculpa, pero este comentario tuyo fué a parar a la papelera del spam, quizás porque lo de TODA le sonó peligroso al vigilante 😀 . La verdad es que no sé por qué.
La cultura empuja al pensamiento, no es raro que no interese. Pero no creo que nunca como ahora haya sido más facil el acceso a ella. No hay muchas colas ante exposiciones y bibliotecas gratuitas, y en youtube está disponible toda la música, que por cuatro duros, se oye aceptablemente, y muy bien por una módica tarifa y con un buen equipo de música bastante más barato que uno de esos imprescindibles viajes a playas exóticas. Más que esfuerzo hay que tener interés, pero desde luego, es más facil el chumpa-chumpa, que, por cierto, si que se quiere vender como cultura. Volvemos al principio. Si elevar el nivel cultural diera votos, ya verías como en las escuelas prestigiaban las artes y el pensamiento. No es el acceso a la cultura lo que es dificil: es tener interés en ella si no te la han presentado bien. En ambientes en los que un niño no verá en casa ni un libro ni a su padre concentrado escuchando a Beethoven, es donde la escuela (y la tribu) me parece fundamental y no parece que esté haciendo realmente mucho.
En España hay poca tradición musical comparando con Gran Bretaña o Alemania por ejemplo y parece difícil que los gobiernos autonómicos o el central promuevan la música más en un país que no la siente como una necesidad. Pero si algo ha cambiado hoy día es el acceso a conocerla porque ahora cualquiera puede encontrar gratis en Youtube y en otros sitios videos de conciertos de los mejores compositores, directores e intérpretes. La música está ahí y es libre pero atrae poco a los jóvenes que tienen muchas otras diversiones y preocupaciones.
Vaya, hemos coincidido en argumento y en tiempo 😀
Aunque… es lo que el pais no «siente como una necesidad» pero se sabe beneficioso lo que necesita y debiera ser promocionado. Otra cosa es que «parece dificil» que se pongan a ello 😉
Respecto a la educación musical (que yo tampoco tengo), seguro que aún se puede disfrutar más de la música con ella. Pero es un añadido intelectual («mira como se lo ha montado, fíjate cómo hace esa variación, etc) que es un porcentaje ínfimo y casi colateral al placer que causa la música, fundamentalmente emocional. Para lo que sí sirve es para poder hablar de música haciendo algo más que variar de calificativos, ja ja. Pero lo cambio por una buena interpretación, por un directo, por unos vecinos silenciosos…
Y además, parte de esa educación musical de la que carecemos algunos, es información que podemos entender. Sobre su valor, si te interesa, hablan las tres primeras entradas que salen en este enlace:
https://anchaesmicasa.wordpress.com/?s=La+m%C3%BAsica%2C+con+o+sin+informaci%C3%B3n
Son de un artículo que acaba concluyendo que escuchar con o sin información son dos experiencias distintas, cada una con sus propias limitaciones. Y de la educación musical, puede decirse lo mismo. Ves más cosas cuanto más concoimientos tengas, pero eres menos libre, te pueden condicionar más.
Todo lo cual me ha venido muy bien para aclarar un poco mis ideas, y que sea lo que Dios quiera, que será.
Estoy muy de acuerdo contigo
Muy interesante el artículo de Vilar. Efectivamente creo que también se trata de dos experiencias distintas pero la pregunta que no se contestar del todo es si se vive con la misma emoción. Yo creo que también las emociones pueden ser distintas. Pero qué importa! Qué importa! Acaso lo importante no es la propia emoción, la de cada uno, intranferible y autosuficiente para llenarlo todo?
Para lo único que sirve esta mania nuestra de elegir entre dos, es para valorar y entender por qué vale lo que vale cada una. Y para hablar 😀