Quizás la más famosa de las obras de Chopin y desde luego el más popular de sus Nocturnos, el op. 9 nº 2, es también el más peligroso: Por eso mismo, y porque requiere algo más que tocar sus notas para no sonar, además de sobado, relamido. Aldo Ciccolini siempre hacía mucho más.
® Hace diez años: Ciccolini emociona a L’Auditori
Efectivamente hay que andarse con cuidado con Chopin y servirlo al dente: rubato el justo, ni poco, ni demasiado, nada de azucar, mucho menos sacarina, fructosa mucho mejor; suave en un nocturno, poderoso en una polonesa, agil en un estudio, sereno en un preludio, radical en un scherzo y temperamental en una balada. Hacer un Chopin sentimental es devaluarlo, deviene cursi. Chopin es como la seda: no solo hay que ponersela, hay que saberla llevar. Beethoven hizo explotar las posibilidades del piano, y Chopin lo hizo cantar. El ejemplo que nos traes con Ciccolini es magnífico, un Chopin de libro, bellísimamente servido. Un placer escucharlo.
Igual que leer esto, qué bueno, el dente, la fructosa y la seda! En este ejemplo, el rubato me parece el justo en intensidad pero lo aplica continuamente, y quizás ese sea el elemento que hace tan preciosa la interpretación.