1. Lorenzitti. Gavota para contrabajo y piano, “El elefante y el mosquito” (ca. 1780)
José Antonio Lorenzitti es uno de esos raros compositores que apenas conoce nadie más que los contrabajistas, siempre ávidos de piezas para su instrumento. Y es que el grave contrabajo es uno de los elegidos para representar a los elefantes (adultos), aunque en este caso, también valga para un mosquito que hace cucú. En su Gavota, Lorenzitti ya se los tomaba a broma.
2. Saint-Saens. El elefante de El carnaval de los animales (1886)
La melancólica seriedad de El cisne hace olvidar que Saint-Saens compuso El carnaval de los animales como una broma para el día de Carnaval, broma que incluía citar en un contexto radicalmente distinto piezas de otros compositores. En su elefante, también un contrabajo, la víctima fue la éterea Danza de las sílfides de La condenación de Fausto de Berlioz, bailada aquí por los paquidermos en el segundo tema.
3. Kling. El elefante y el mosquito (1893)
De ascendencia y crianza germana aunque nacido en Paris, Henri Kling (1842-1918 ) fue un importante virtuoso y maestro de trompa, pero también un organista, director y compositor que, quizás con El elefante y el mosquito de Lorenzitti en mente, escribió una pieza con el mismo título para un instrumento de su propia familia, la tuba. Y con un picolo en vez de un piano haciendo de mosquito, lo que resultó premonitorio de una de las músicas para elefantes más populares y geniales de la historia. Habrá que esperar al siguiente capítulo.
4. Debussy. Nana de los elefantes de El rincón de los niños (1908)
La segunda pieza de la suite para piano que Debussy dedicó a su hija Chou-Chou estaba inspirada en Jimbo, el elefantito de peluche de la niña, siendo naturalmente la mano izquierda con la que representó sus pasos. Perfecta para una banda sonora pero no muy fácil, como toda la obra, la dedicatoria parece advertirlo: “A mi muy querida Chouchou… con las tiernas excusas de su padre por lo que viene a continuación”
® Hace diez años: India IX – En elefante (Guiris en Jaipur, 2)
Hola, José Luis: ¡Qué bien casan el flautín y la tuba! No soy consciente de haberlos oído nunca a solo.
Será por aquello de que los extremos se tocan…