La ingenuidad de una inesperada marcha turca que juega con la Oda a la Alegría da pie a uno de los más excitantes pasajes que se han compuesto jamás, al convertirse en la fuga que, tras unos expectantes compases, acompañará luego al exultante clímax coral. No será el Beethoven más trascendental, pero sí el que más directa y llanamente transmite su convencida determinación y se postula así como el gran valedor de la especie humana.
Uno de los momentos más maravillosos y espectaculares de la historia de la música. Cuando escuché por primera vez la novena en directo quedé conmocionado durante tres días. Estos impactos no se olvidan jamás.
Supongo que entonces coincidimos en que este es el momentazo de la novena. A mi me pone con sóolo recordarlo 😀
Mi conmoción no creo que durara tanto, pongamos que un ratillo hasta que me puse a otra cosa, pero no era un directo y yo era un crio. Lo que sí recuerdo es que me quedé pensando (muy seriamente, de verdad), en qué era eso de la música, en cómo, por qué y qué movía la música dentro de uno. Y hasta hoy.
Por cierto, ahora caigo en que mis dos primeras novenas fueron lamentables. La primera, Palau de la música, orquesta no recuerdo, pero el director era el profe de música del cole (nos llevaron), padre de un compañero que luego fue director y que prefiero no nombrar porque aquello fue penoso hasta para un mocoso. La segunda, en el Palacio de Montjuic, tampoco recuerdo con motivo de que, creo que la orquesta de la RTVE, pero tanto daba porque la acústica casi nos vuelve locos. Bajo aquella cúpula, seguramente peor que la de la Sagrada Familia.