Mi papel pintado y yo tenemos un duelo a muerte. Uno de los dos se tiene que ir – Oscar Wilde
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Desdémona (Otelo) [Verdi, 1887]: Y «no ha sido nadie»… Inocente y santa
[00:26]
Muerta…injustamente muerta…
Muero inocente…
No ha sido nadie… yo misma…
me encomiendo al Señor…
muero inocente… Adiós.
Otelo [Verdi, 1887]: Te maté porque eras mía.
Que ningún hombre me tema
porque me vea armado.
Es el fin de mi viaje…
¡Oh, gloria! ¡Otelo ya no existe!
Y tú… ¡que pálida estás!
Tan cansada, y callada y hermosa…
ser bueno, nacido bajo mala estrella,
fría como tu casta vida
recogida en el cielo.
¡Desdémona, Desdémona!…
¡Ah… muerta, muerta, muerta!
¡Todavía me queda un arma!
Antes de matarte… esposa mía…
te besé.
Ahora, antes de morir… en la sombra
donde yazgo…otro beso… otro beso…
¡ah!… un último beso….
Werther [Massenet, 1892]: Toma nota, que no pido mucho.
[12:00]
No… Charlotte! ¡Muero…
sí… pero, escucha bien…!
¡Ahí abajo, en medio del cementerio,
hay dos tilos! ¡Ahí es donde quiero
descansar para siempre!
Si ahí se me rechazara…
si la tierra cristiana
se prohibiese al cuerpo
de un desgraciado,
al lado del camino,
o en el valle solitario,
emplaza mi tumba…
y volviendo los ojos
el sacerdote pasará …
Si por casualidad una mujer
viniese a visitar la tumba,
el pobre muerto se sentiría bendecido
por alguna lágrima caída a su sombra.
Manon Lescaut [Puccini, 1893]: Un consuelo.
[05:22]
Adiós…
Oscura es la noche…
tengo frío…
¿Era afectuosa tu Manon?
¿Te acuerdas?
¡Dime… mi luminosa
juventud…
el sol… ya no…
veré!
Mi culpa será
olvidada,
pero mi amor…
no morirá…
Thais [Massenet, 1894]: Te digo que sí, que es verdad.
[07:40]
El cielo se me abre con sus ángeles,
sus profetas… y sus santos, que llegan sonrientes
con las manos rebosantes de flores.
Dos serafines con alas blancas
vuelan en el azur y, como me dijiste,
¡colocan sus dedos luminosos
sobre mis ojos,
para enjugar mis lágrimas!
El sonido de las arpas de oro me hechiza.
Suaves perfumes me envuelven.
Siento una felicidad suprema.
Una felicidad que hace que olvidar mis penas.
¡Ah, el cielo! ¡Veo… a Dios!
Pero qué bueno era Wilde con sus frases!
Lo de pelearse con el papel pintado es la observación típica que hacen los genios de cosas que vivimos todos pero en las que no nos detenemos. Despedirse del mundo diciendo algo así, es toda una declaración de principios.