

Partiendo del parecido físico entre el joven Beethoven y Leo Messi, hace hoy diez años que lanzábamos al mundo la hipótesis de que Ludwig y Lionel, el león y el leoncito, estuviesen, si no más, emparentados. Algo debió escocer, porque Pelé saltó inmediatamente reclamando para él esa filiación, y otros dieron la callada por respuesta o negaron la mayor, que hay gente para todo. Pero también hubo alguna aportación positiva en ese sentido, como la que asociaba el origen del apellido Beethoven – de Beeth: remolacha y Hoven, plural de Hof, granja – al hecho de que Messi hubiese hecho sus primeros pinitos, gambeteos en su caso, en lo que había sido un antiguo campo de remolachas. Sin embargo, el destino tiene sus tiempos, y ha sido ahora, al volver sobre la composición elegida (casualmente, pareció entonces) para acompañar imágenes de sus genialidades, cuando se ha revelado un arcano que dormía esperando a ser descubierto, como el monolito de 2001, para confirmar de modo prácticamente incuestionable el enigmático vínculo entre ambos genios.
Por partes. La obra en cuestión era el coro con soprano de Die weihe des Hauses, La consagración de la casa o del hogar. Que, directos al grano, en el caso de la Cataluña adoptiva de Messi podría perfectamente ser La consagración de La Masía. ¿Y no se consagró esa escuela con el argentino y su quinta? ¿Eh? Por cierto, «masía», las mismas consonantes de Messi.
Pero vayamos a los hechos. Beethoven firmó esa obra en 1822 respondiendo al encargo para la inauguración del renovado Teatro Josephstadt de Viena, pero andaba entonces muy ocupado con la Missa Solemnis, y lo que hizo fue reutilizar un trabajo similar que diez años antes había dado lustre a la presentación de otro teatro en la húngara Pest. Se trataba de la hoy relativamente más conocida Las ruinas de Atenas, obertura y música incidental para una obra de teatro con ese título de un tal August von Kotzebue, un apellido que a los más veteranos nos recordará a una de las viejas glorias de nuestra Atenas particular, un húngaro apodado cubo («Kocka») y llamado Sandor Kocsis. Ya, ya: No es mucho, pero estamos empezando, esamos en un pequeño aperitivo. Y un grano no hace granero pero ayuda a su compañero.
Pero no hay que forzar tanto la memoria para recordar el marasmo deportivo en que se hallaba sumido el Barça en los años Gaspar. La Atenas de Kubala y Cruyff estaba en ruinas. Hasta que llegaron La Masía y Messi, con Ronaldinho como Juan Bautista anunciador. De Las ruinas de Atenas a La consagración de la casa. ¿Casualidad? Ya veremos. De momento, una vez que el maestro Muti haya fulminado a los parlanchines con una miradita de las suyas, podemos ir escuchando la Obertura de La consagración de la casa, uno de los dos únicos números compuestos totalmente de novo por Beethoven para la ocasión.
Beethoven, inconfundible, pero con un «estilo Handeliano» según afirmó el mismo. Y es que, mientras que Las ruinas de Atenas habían sido para la segunda parte de la sesión de Pest, La consagración de la casa tenía que abrir la representación de Viena, y por esa razón compuso Beethoven algo más festivo y triunfal, tomando como modelo a su admirado Handel. Al que, por cierto, acababa de reestudiar por esas fechas. Y por cierto también: Handel, autor del himno de la Champions, y ahí queda esa otra. Y otra más: Dicen los musicólogos que en esta obra, Beethoven también “adoptó el estilo tradicional de la Obertura francesa, con una introducción lenta, seguida de una vigorosa fuga”. Una fuga, La France de Paris… ay… ay… ay… hay que seguir.
Y seguimos. Mientras que Las ruinas de Atenas fueron encargadas paralelamente al autor teatral y al músico, es decir, a Kotzebue y a Beethoven, La consagración de la casa partió de la idea de volver a emplear la composición de Beethoven, con las mínimas variaciones en la letra que la nueva obra teatral y la nueva circunstancia exigieran, que las penas y las alabanzas no tienen patria y donde dije «Viva el rey» digo «Viva el Kaiser» y Santas Pascuas. Un libretista vienes llamado Carl Meisl fue el encargado de escribir la nueva historia. Se apellidaba Meisl. ¿No suena a nada? Hasta la L lleva: Meisl – Meis, L – Messi, Leo.
Pues sigue habiendo más y sin ir más lejos: En Las ruinas de Atenas la diosa Atenea despierta de un sueño de mil años y tras comprobar el lamentable estado en que la dominación de los turcos ha dejado la ciudad y exhortar a sus compatriotas a la rebelión, viaja a Budapest para pedir ayuda al emperador y asiste con él a la inauguración del nuevo teatro de la ciudad y al triunfo de las musas Talía y Melpómene. En La inauguración de la casa, Apolo compara la tristeza y la falta de libertad creativa en esa Atenas otomana con la vida en Viena, donde el arte florece libremente.
¿Y no es obvia la segunda lectura de estos argumentos? Las artes son muchas, y algunos, muy pocos pero algunos, hacen arte con los pies. ¿Y no pasamos de la dictadura y de Guruzeta a la libertad y a la justicia donde brilló y triunfó el arte verdadero y el verdadero artista?. Y si hay que explicarlo, es que el chiste está muy mal contado, pero la cosa esta clarísima.
Volvamos ya a La consagración de la casa, que lo más gordo aún está por llegar y no es poco. Su primer número es uno de los que cambió la letra. En el de Las ruinas de Atenas, el coro pedía a la hija de Zeus que despertara de su sueño para socorrerles, mientras que en éste, llama al poeta Tespis a presencia de Apolo, para que, como muestra de su arte, presente escenas de la vida de los griegos. La música es consecuentemente solemne, pero fuera de su contexto, el texto es ambiguo, por no decir incomprensible.
Chor Folge dem mächtigen Ruf der Ehre! Hieher, hieher! Hier winket die Friede in geistlicher Heimat. Auf, folge! Hieher, hieher! |
Coro ¡Sigue la poderosa llamada de la gloria! ¡Aquí, Aquí! Aquí te llama la paz de tu patria espiritual ¡Vamos, sígue! ¡Aquí, aquí! |
Sin embargo, el último verso, ¡Vamos, sígue! ¡Aquí, aquí!, puede entenderse balompédicamente. Y a partir de ahí, todo adquiere sentido y la llamada de la gloria en una patria espiritual parece tener un claro destinatario. Es lo que hay.
Segundo número, y, dicho sea de paso, una absoluta preciosidad imperdonablemente olvidada.
Ein Grieche Ohne Verschulden Knechtschaft dulden, Harte Noth! Alle Tage neue Plage Um das bischen liebe Brot! Eine Griechin Von den Zweigen winkt der Feigen Süße Frucht, Nicht dem Knechte der sie pflegte, Nur dem Herren, dem er flucht! Beide Hingegeben wilden Horden, Tiefgebeugt in ihre Hand, ach! ach! ach! ach! Was ist aus dir geworden, Armes, armes Vaterland! |
Un griego Sufrir la esclavitud, siendo inocente, es un duro destino. Cada día una nueva pena por un anhelado trozo de pan. Una griega En aquella rama resplandece el dulce fruto de la higuera, no para los esclavos que lo sembraron sino para el amo, ¡maldito sea!. Ambos Entregada a hordas salvajes, humillada en sus manos, ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¿Qué te ha sucedido, pobre, pobre patria nuestra? |
Cualquiera diría que Berlioz conoció a Beethoven. Pero también que, si donde dice «griego» dijera «culé» (y donde «griega»… «culé» también, qué alivio, qué previsores), valdría perfectamente para aquellos tiempos de “el año que viene, sí”, duro destino, humillada, pobre patria nuestra… Que no sólo de pan e higos vive el hombre.
Y ahora, mucha atención al tercer número, el «Coro de los derviches», otra ignorada joya.
Chor Du hast in deines Ärmels Falten Den Mond getragen, ihn gespalten. Kaaba! Mahomet! Du hast den strahlenden Borak bestiegen Zum siebenten Himmel aufzufliegen, Großer Prophet! Kaaba! |
Coro Entre los pliegues de tus mangas has cogido la luna y la has partido en dos ¡Kaaba, Mahoma! Has montado al radiante Buraq para volar hasta el séptimo cielo, ¡Gran Profeta, Kaaba! |
Fantástica, sorprendentemente moderna, podríamos escucharla en un musical de Broadway, quizás porque… ¿a quién loan los derviches? ¡Gran Profeta, Kaaba!… Kaaba, Kuaba… ¿No será Kaaba aquel Kubala que protagonizó la primera gloriosa época de la casa? ¿Cuantos balones partiría en dos? ¿Y no fué luego Cruyff el profeta del gol y de lo que estaba por venir?
Escalofriante. Demasiadas emociones, se hace imprescindible un descanso: Intermedio con el siguiente número, la famosa Marcha Turca de Las ruinas de Atenas y de La consagración de la casa, la misma marcha en épocas catastróficas que en años gloriosos. Los bocadillos de la media parte tampoco cambiaban nunca.
P.S. A Beethoven no le gustó mucho el trabajo de Meisl, o eso se desprende de la pulla que le dedicó jugando con su apellido: “Es bueno con el cincel [en alemán, «meissel»] ¿pero como escultor?” A la luz de lo que se está revelando en estas lineas, podría especularse mucho sobre las verdaderas razones del desprecio del genio, pero lo que resulta objetivamente incuestionable es que le gustaban los juegos de palabras. Y esa chanza quizás era también una advertencia para que buscásemos los que se ocultaban en La consagración de la casa. En ello estamos.
® Hace diez años: Ludwig y Lionel, ¿quién sabe?
…es sen non è vero…jejejejejejej….se te entiende todo.. :-))))))…Impagable post!
Y ahora en casa sonando a todo trapo «Las ruinas…» con Abbado, que ciertamente cuanto más uno escucha esta obra más incomprensible se hace tan escasa su programación en los auditorios. Y en cuanto acabe cae «La consagración…», que esta obra si se oye más a menudo, principalmente en la inauguración de nuevos auditorios.
Si se tuviera que pagar, con lo que me lo he currado, iba a salir muy caro. Pero me lo he pasado como un enano.
Del primer a l’últim compàs, brutal! Gràcies per compartir aquesta extravagant i divertida obra d’art!
I a tú per la paciencia!
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