
Vicente Martín y Soler
Dejó Viena y se fue a San Petersburgo, porque era un músico de moda y Catalina II le quería en su corte. Y no le fue mal, porque allí se quedó el resto de su vida dirigiendo la Ópera de la ciudad. Mozart alabaría en Don Giovanni su Una cosa rara, –«¡Bravo!, ¡Cosa Rara!» exclama el disoluto cuando escucha una de las arias de esa ópera a los músicos del banquete- antes de citar también a Sarti con Fra i due litiganti il terzo gode («Entre los dos litigantes el tercero disfruta») y de homenajearse finalmente a sí mismo con el Dove Andrai de Las Bodas de Fígaro, que, cosas de la vida, había visto sustituida en las preferencias del público vienes por Una cosa rara.
Curiosamente, cuando nuestro Vicente Martín y Soler (Martini «il Valenziano» para los italianos, Ignaz Martini en Austria y Atanasio Martín Ignacio Vicente Tadeo Francisco Pellegrin Martín y Soler para sus amigos), curiosamente, decíamos, cuando Vicente se fue a conquistar las Rusias, se reponía en Viena Il Burbero di buon cuore, una ópera suya que se había estrenado tres años atrás, el mismo año que Las bodas de Fígaro, otro barbero, que también repetía ese mismo año en el mismo Burgtheater vienes.
Para estas reposiciones, se compusieron dos arias nuevas para cada ópera, más adecuadas a la soprano de la temporada, Adriana Ferrarese. En el caso de Las bodas de Fígaro, Venite, inginocchiatevi del acto II fue sustituida por Un moto di gioia, K.579, que por esa circunstancia tiene su propio número en el catálogo Köchel.
Un moto di gioia mi sento nel petto,
che annunzia diletto in mezzo il timor!
Speriam che in contento finisca l'affanno,
non sempre è tiranno il fato ed amor.
|
¡Un impulso de alegría siento en el pecho,
que anuncia goce en medio del temor!
Esperemos que en contento acabe el anhelo:
no son siempre tiranos el destino y el amor.
|
y Deh vieni non tardar del IV, por Al desío di chi t’adora, K.577
Giunse alfin il momento
che godrò senz'affanno
in braccio all'idol mio. Timide cure,
uscite dal mio petto,
a turbar non venite il mio diletto!
Oh, come par che all'amoroso foco
l'amenità del loco,
la terra e il ciel risponda,
come la notte i furti miei seconda!
Al desìo di chi t'adora,
Vieni, vola, o mia speranza!
Morirò, se indarno ancora
Tu mi lasci sospirar.
Le promesse, i giuramenti,
Deh! rammenta, o mio tesoro!
E i momenti di ristoro
Che mi fece Amor sperar!
Ah! ch'io mai più non resisto
All'ardor che in sen m'accende!
Chi d'amor gli affetti intende,
Compatisca il mio penar.
|
Llegó al fin el momento
en que gozaré sin inquietud
en brazos de mi ídolo. ¡Tímidos desvelos!,
¡salid de mi pecho!,
no vengáis a turbar mi deleite.
¡Oh, cómo parece que al amoroso ardor,
la amenidad del lugar
la tierra y el cielo respondan!
¡Cómo secunda la noche mis secretos!
Al deseo de quien te adora,
¡Ven, vuela, esperanza mía!
Moriré, si todavía en vano
tú me dejas suspirar.
Las promesas, los juramentos
¡ah!, ¡recuerda, tesoro mío!
y los momentos de reposo
que me hacen esperar Amor.
¡
Ah! Nunca más podré resistir
el ardor que el pecho me incendia.
Quien de asuntos de amor entienda
compadezca mi penar.
|
Pero, en el caso de Il bubero, como Martin estaba en Rusia, el encargado de las dos nuevas arias fue el mismo Mozart: Chi sa qual sia, K, 582
Chi sa, chi sa, qual sia
l'affanno del mio bene,
se sdegno, gelosia,
timor, sospetto, amor.
Voi che sapete, o Dei,
I puri affetti miei,
Voi questo dubbio amaro
Toglietemi dal cor.
|
Quién sabe, quién sabe, cual es
la inquietud de mi amado,
si es indignación, celos,
temor, sospecha, amor.
Vosotros que sabéis, oh dioses,
de mis puros afectos,
vosotros, esta amarga duda
Arrancadme del corazón
|
y Vado, ma dove?, K 583, también K de Köchell, es decir, del catálogo de las obras de Mozart, aunque ambas hayan quedado definitivamente incorporadas a la ópera de Martín y Soler.
Vado, ma dove? Oh Dei!
Se de’tormenti suoi,
se de’sospirimiei
non sente il ciel pietà,
Tu che mi parli al core,
Guida i miei passi, amore;
Tu quel ritegno or togli
Che dubitar mi fa.
|
Me voy, ¿mas a dónde? ¡Oh, dioses!
Si de sus tormentos,
si de mis suspiros
no siente piedad el cielo,
tú, que me hablas al corazón,
guía mis pasos, amor;
tú disipa ahora estas reservas
que me hacen vacilar.
|
Cuatro arias “de inserción” de Mozart que, en la opera de Martín y Soler, destacan poderosamente, mientras que las de Las bodas de Fígaro pueden pasar desapercibidas, porque “tanta música buena y de tan alto nivel acaba agotando”, pero que aisladamente se disfrutan y tiene más arte que las obras completas de bastantes compositores, incluido seguramente el propio Martín y Soler. Que se fué a San Petersburgo y nos dejó este par de regalos de encargo, Quién sabe, quién sabe y la estupenda Me voy, ¿más a dónde?
® Hace diez años: Martín i Soler – Il burbero di buon cuore. Liceo, 31/1/12 – Ser un genio debe ser muy difícil
Pues así eran las cosas en aquellos tiempos: cantantes que se imponían a los compositores, bien por tesituras más favorables, bien por rencillas entre ellos, y permisividad en poner/quitar fragmentos acudiendo a otros compositores. Que Martín y Soler disfrutara del favor del público vienés en detrimento de Mozart solo puede explicarse por su poca disposición a entender la elaborada música de éste. Hoy no lo podemos entender, porque entre uno y otro compositor no hay comparación posible, pero cada tiempo tiene sus preferencias, sus gustos y es perfectamente comprensible que Martín y Soler tuviera éxito, éxito creo que completamente merecido, y solo aunque sea por interés musicológico es bueno escuchar su música. Además, los éxitos en la Viena de esa época eran muy, pero que muy fugaces. Poco después solo Beethoven mantuvo una gran aceptación, pero hay que tener en cuenta que incluso en su época quién realmente arrasó musicalmente en esa ciudad (y prácticamente en toda Europa) era un músico italiano llamado Rossini.
De las arias de Mozart incorporadas a la obra de Martín y Soler solo cabe que celebrarlo. Ya les hubiera gustado a otros tantos compositores disponer de fragmentos de tan excelso músico. Por lo que respecta a los cambios en «Las Bodas de Figaro» efectuados por el propio Mozart hay que lamentar, sobre todo, que se «cargara» la maravillosa aria «Deh vieni non tardar»:
Y sí, tanta sucesión ininterrumpida de música de altísima calidad acaba agotando, debido principalmente a la considerable extensión de las obras mozartianas, con escenas que actualmente podemos considerar prescindibles (o redundantes) por no aportar nada al progreso dramático. No obstante, en diez años pueden darse cambios en las valoraciones personales y en la recepción de las obras de arte y ahora estaría dispuesto a matizar lo escrito en aquel entonces. En pocas palabras: disfruto mucho más de Mozart ahora que entonces. Como diría el hijo de la Infanta: …»…estas cosas pasan…». 🙂
…su poca disposición (la del público)…
Pues tu viniste al rescate, que le sacrílego fui yo. Las cosas, si no cambian, fluctuan. Y ni siempre es facil matizar las opiniones.
Respecto a las preferencias de otras épocas, tambien hay que tener presente que lo que triunfa no es siempre lo mejor, ni siquiera en su momento. Sólo hay que ver lo que pasa ahora.
Es que no acatar sumisamente (y con adulación) los sermones del sumo sacerdote traía consigo una de dos: o que te pasara por encima o que te perdonara la vida. Los ateos acríticos teníamos que protegernos unos a otros. Recuerdo (pero no consigo encontrar a santo de qué) un rifi-rafe glorioso que tuviste con la divinidad. Madre mía.
Ya ha llovido, tampoco yo recuerdo el detalle. Pero si sé lo tozudo que puedo llegar a ser cuando creo que tengo razón.
Pingback: Martin y Soler: Obertura de Una cosa rara – Conciertos en el Auditorio Miguel Delibes