El instrumento musical que mejor ha reflejado el sonido producido por el agua en movimiento, presente en pequeños entornos naturales (riachuelos, arroyos, estanques, fuentes, diminutas cascadas, manantiales…), ha sido el piano. Es curioso que un instrumento de teclado haya sido el que de manera más fidedigna nos ha evocado la naturaleza susurrante de los sonidos del agua. Grandes maestros han hecho posible que, estemos en casa, estemos en sala de conciertos, escuchemos de forma nítida, o sugerida, el regular y apacible fluir del agua unas veces, su ensimismada quietud otras. Y no es casualidad que el impresionismo musical haya sido, con su explosión de color y timbre, el vehículo idóneo para transmitirnos tales sensaciones.
Maurice Ravel compuso «Jeux d’eau» en 1901, y tal como él mismo explicó, nos sugiere el discurrir del agua en cascadas y arroyos. Esta obra fue estrenada por su amigo y gran pianista Ricard Viñes. Aquí una versión de una jovencísima Martha Argerich.
Para su «Jeux d’eau», Ravel se inspiró en la obra de Liszt «Les jeux d’eaux à la Villa d’Heste», una obra que forma parte del tercer volumen de la trilogía «Années de Pélerinage» publicado en 1883. La pieza en cuestión fue compuesta en 1877. Se trata, tal vez, de la primera obra impresionista de la historia de la música y de la que tomaron buena nota los grandes impresionistas franceses. ¿Quién no imagina agua que fluye, emana y provoca reflejos escuchando esta obra en las manos de Nicolái Luganski?
En 1905, Claude Debussy compuso «Reflets dans l’eau», la primera de las tres piezas que conforman su primer libro de «Images». El título de la obra no deja lugar a dudas acerca de lo que pretende el compositor. Por si acaso, un gran Sviatoslav Richter también nos lo recuerda.
Y cierro este post de música líquida con la impagable cara de felicidad que nos muestra Vladimir Horowitz al finalizar su interpretación de «Au bord d’une source» de Liszt, una de las piezas de su primer volumen de «Années de Pélerinage».
Precioso, colega
Gracias! 🙂