

Musicalmente hablando, ningún aficionado dejará de pensar en el Soave sia il vento del Cosi fan tutte de Mozart ante lo que parece otra amable fórmula de despedida: “Mar en calma y feliz viaje”. Pero el mar en calma que actualmente supone una travesía tranquila, era, hace poco más de un siglo, sinónimo de la grave amenaza de no llegar a puerto antes de que se agotasen los víveres. Y Mar en calma y Feliz viaje son los títulos de sendos poemas de Goethe que no expresan ningún deseo ni esperanza, sino que se limitan a describir dos situaciones consecutivas absolutamente antagónicas: La de la angustiosa calma que envuelve al barco detenido en medio del mar cuando no sopla ni una brizna de viento y la de la agitación que se despierta cuando éste se levanta. Poco después de ser publicados en 1796, Schubert usaría el primero, Meeres Stille, para uno de sus característicos lieder.
Pero el caramelo era el contraste entre ambos poemas, y seis meses después, en Diciembre de 1815, Beethoven estrenaba una breve cantata para coro y orquesta con esos textos, Meeresstille und Glückliche Fahrt, una obra a la que Goethe no haría ni caso pese a haberle sido dedicada e interesarse más adelante Beethoven en conocer su opinión.
“Estos dos poemas me parecieron, por sus atmósferas contrastantes, muy adecuados para su análoga expresión en la música. Me sería muy grato conocer si he ajustado bien mi armonía a la vuestra”
Ni acuse de recibo. Quizás pensó Goethe que la música del primer poema debía mucho al arranque de La Creación de Haydn y tampoco supo valorar lo que en la del segundo anticipaba Beethoven, su futura Novena. O quizás es que era así de simpático.
Meeresstille
Tiefe Stille herrscht im Wasser, Keine Luft von keiner Seite! Glückliche Fahrt Die Nebel zerreißen, Es säuseln die Winde, |
Mar en calma
Profunda calma reina en las aguas, ¡Ninguna brisa por ningún lado! La bruma se disipa, El viento susurra; |
En 1828, cuando esos versos de Goethe eran ampliamente conocidos, Mendelssohn (que para entonces sólo había visto el mar en una ocasión), volvió a la idea prescindiendo de las palabras (como haría en sus Lieder one worthe) con una obra instrumental en la misma tonalidad que el modelo de Beethoven, una “obertura de concierto” tan explícitamente descriptiva que resulta un poema sinfónico avant la lettre, en este caso, avant la musique de Liszt. Y que merecería y fácilmente podría tener más presencia en el repertorio.
Curiosamente, la primera parte tiene algo de las Variaciones «Enigma» que Elgar compondría setenta años después, en cuyo número XIII, “***”, el clarinete cita nítidamente una frase de ese Mar en Calma de Mendelssohn, quizás porque los tres asteriscos que ocultan el nombre del destinatario correspondían a Lady Mary Lygon, en travesía marítima cuando Elgar quiso pedirle autorización para incluirla entre los amigos retratados en la obra. Y le deseaba así buen viaje, aunque el poema de Goethe no tratara de eso.