Si la elección de El Danubio Azul para 2001 no hubiese sido tan magistral como todas las ideas musicales de Kubrick, Josef Strauss podía haberse quejado de que el cineasta no hubiera optado por sus Sonidos de las esferas, el vals más importante de la breve trayectoria como autor de este hijo de Johann I y hermano de Johann II. De hecho, ambos empiezan de un modo relativamente similar, con una misteriosa introducción lenta que sólo presagia un vals porque todos sabemos que eso es lo que sigue. Y este hermano, que nada casualmente había tenido una formación técnica y ejercido como aparejador e ingeniero, pensaba en los espacios siderales y en la doctrina pitagórica de la Armonía de las Esferas cuando compuso su Sphärenklänge. El resultado fue tan hermoso y tan acorde con el orden del universo que también hubiera acompañado perfectamente las imágenes de aquella estación de la Odisea Espacial que giraba lentamente con el Danubio Azul. Unos años después, le llegaría el reconocimiento y la gloria cuando, en el Concierto de Año Nuevo de 1992, Carlos Kleiber lo dirigía en una insuperable interpretación. Pero no hubiera funcionado mal en la película de Kubrick, como puede comprobarse en este montaje en el que también aparecen imágenes de aquel concierto, porque a Kleiber, también hay que verlo, siempre.
® Hace diez años: Tafelmusik – La música de las esferas
A Kleiber hay que verlo y disfrutarlo siempre siempre. Verlo dirigir es todo un acontecimiento. Por lo que respecta al 2001 solo a un loco o a un genio se le puede ocurrir poner música de vals al deambular de grandes naves espaciales en el inmenso vacío. El resultado es de una belleza visual y acústica incomparable. Locura? Genialidad? Las dos cosas?
Y qué sorpresa fue entonces…