En 1722 Bach escribió una pieza que 300 años después sigue regalando minutos dignos de la envidia de los habitantes del paraíso, disipando y haciendo así evidente esa inquietud basal que, por muchas amenazas reales que la justifiquen, parece intrínseca a nuestra complicada naturaleza. Cómo lo logra es un misterio. Pero tanto da: Un cuarto de hora de mágica felicidad con la Suite francesa n.º 2 y que nos quiten lo bailado.
…y si nos lo hace bailar András Schiff aún mucho más mejor… 🙂
No me canso de escucharla, es impresionante lo bonita que es y lo bien que la toca Schiff