Ligar con Wagner ®

En una ocasión cometí un gran error con Tristán e Isolda de Wagner. Siendo adolescente en Glasgow, llevé a una chica a su primera ópera para ver a Anne Evans cantando Isolda en la Ópera Escocesa. Fue nuestra primera y última cita. Durante cinco horas estuvimos sentados en la primera fila mientras el himno de Wagner al amor, a la muerte y a la resolución musical diferida casi hasta el infinito, se representaba ante nosotros. Debí pensar que algo de la sensualidad trascendente de Wagner despertaría una comprensiva pasión en nuestros corazones adolescentes. ¿Qué podía salir mal? Pero mientras yo experimentaba una abrumadora ensoñación wagneriana cuando la partitura me envolvía en su incomparablemente perfumada sensualidad, y mientras Anne Evans cantaba esa música de poder místico al final de la ópera sobre el cuerpo sin vida pero gigantescamente grande de Tristán, mi compañera estaba, qué lástima, simplemente desconcertada y catatónicamente aburrida.

Además de culparme a mí mismo por la arriesgada apuesta de suponer que horas y horas de metafísica musical post-Schopenhaueriana iban a ser un catalizador de la pasión adolescente, todavía lamento haber alejado a alguien de la ópera para siempre. Pero la cuestión es que quedarse desconcertado por Tristán es una reacción tan apropiada ante esta sísmicamente significativa obra como rendirse incondicionalmente a su poder hipnótico.

Eso se debe a que Tristán no era solo algo nuevo para el Wagner de 46 años cuando terminó la obra en 1859, sino para toda la saga de la historia de la música y la ópera. Y aunque la duración de la pieza puede ser intimidante -como todas las óperas de madurez de Wagner, Tristán es una prueba de resistencia para tus nalgas y tus emociones- el poder magnético de la música también se puede sentir en la más pequeña escala de un solo acorde. Primero escuchamos lo que se conoce como el «acorde Tristán» como una disonancia dolorosamente problemática en el segundo compás del preludio, en la respuesta inconclusa de los instrumentos de viento de madera a la frase anhelante que suena justo al comienzo en los violonchelos.

Ahora bien, la combinación de notas en este acorde no es nueva, y Wagner le debe mucho al compositor que luego sería su suegro, Franz Liszt, por abrirle los oídos y la imaginación a este tipo de aventureras disonancias. Pero lo nuevo es la forma en que Wagner extrae el drama musical de toda una ópera a partir de la miríada de implicaciones armónicas que abren estas de notas. En lugar de resolver las tensiones musicales de este acorde, como habría hecho cualquier compositor anterior, mantiene la música en un elevado limbo al evitar continuamente responder a las preguntas armónicas que plantea, y mantiene esa sensación de ambigüedad febril a lo largo de los tres actos del drama hasta el final de la obra.

La sofisticación musical de Tristán supera todo lo que había escrito hasta entonces, incluyendo los dos capítulos del Anillo que había terminado antes de 1859, Das Rheingold y Die Walküre. Tristan es la puerta de entrada al resto de la música de Wagner -el drama de Götterdämmerung, el progreso espiritual de Parsifal-, pero también es el plexo solar de toda la historia musical del siglo XIX. Tristán cambió a todos los compositores que la escucharon, tanto si la amaban como si la detestaban, y la pieza abrió una caja de Pandora de posibilidades técnicas y expresivas, de armonía cromática y viveza de pensamiento y sentimiento musical, que nunca más podría volver a cerrarse.

Todo lo cual suena maravillosamente emocionante si eres un teórico de la música, pero lo que importa es que estas ideas musicales son una expresión perfectamente eficiente del drama esencial de la ópera. El amor de Tristán e Isolda es una fuerza de la naturaleza que existe fuera de las convenciones sociales y culturales, del mismo modo que la música de Wagner crea un nuevo mundo de armonía y una dimensión paralela de suntuosidad orquestal y color; tanto que sientes que la música crea su propia conciencia, que vive, respira y se siente tan orgánicamente como uno mismo.

La de Tristán e Isolda es una pasión adúltera que es suscitada por una poción de amor en el primer acto, y que convierte la noche en día en el segundo acto en el mundo nocturno que alberga su gran dúo de amor. Ese hechizo apasionado se rompe por la ruda conmoción del mundo real cuando son descubiertos por el cornudo rey Mark y su corte, el momento más famoso de coitus interruptus de la ópera.

En el tercer acto, su amor trasciende incluso a sus cuerpos y al hecho ineludible de la muerte de Tristán, pues se supone que sus almas entran en una unión etérea en las notas finales de la pieza.

Con este transgresor programa musical y filosófico, no sorprende que la música de Wagner plantease nuevas exigencias a sus cantantes y músicos y a cualquier teatro de ópera lo suficientemente loco como para intentar interpretarla. En Viena, entre 1862 y 1864, se hicieron más de 70 ensayos de Tristán antes de que el teatro de la ópera se rindiera concluyendo que la cosa era impracticable. Y si Viena no pudo hacerlo, ¿quién podría? Gracias a la generosidad del lunático rey wagneriano Luis II de Baviera, la ópera se estrenó en Múnich en 1865, dirigida por el hombre al que Wagner luego engañaría, Hans von Bülow (Wagner finalmente se casó con la entonces esposa de Von Bülow, Cosima, la hija de Liszt).

Fue un anterior triángulo amoroso anterior el que inspiró inicialmente la composición de Tristán. Wagner concibió una pasión ilícita por Mathilde Wesendonck, esposa de uno de sus mecenas, Otto Wesendonck, en Zürich en 1854. Este romance, casi con toda seguridad no consumado, impulsó a Wagner a buscar la expresión musical y dramática de un amor libre de las convenciones sociales, que era a la vez sensual y espiritual, erótico e intelectual. Y en su realización de la historia medieval de Tristán e Isolda, Wagner creó un mundo de sentimientos que parece flotar independientemente del tiempo y el espacio, por lo que todavía suena de un modo tan impactante como debió hacerlo en 1865.

De acuerdo, no funcionó para mí como una poción de amor en Glasgow, pero el trascendental Tristán es la mezcla de música, amor, sexo y muerte más embriagadora de la ópera.

Tom Service. Tristan und Isolde – Wagner’s love supreme. The Guardian.

 

® Hace diez años: La música de la pasión

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2 respuestas a Ligar con Wagner ®

  1. josepoliv dijo:

    De acuerdo, es la mezcla de música, amor, sexo y muerte más embriagadora de la ópera, y hasta creo que se puede llegar a ligar a través de ella, pero antes hay que cerciorarse del bagaje operístico que posee quién se pretende ligar, porque si se trata de la primera ópera entonces, pobres, el fiasco esta servido. Y es que, también para ligar, el fin no justifica los medios (en este caso, aunque sea excelso). :-))))))))).
    P.S. Temporada 2022-2023 con Tristan en Les Arts y Teatro Real. Allí estaré si el covid no lo impide. Y no para ligar. :-)))))

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