15. Händel: L’allegro, il Penseroso, ed il Moderato, HWV 55, Parte I – “Come, but keep thy wonted state – Join with thee”
El hombre contemplativo se dirige al hombre alegre, pero, dando la razón a Mendelssohn, con la música se entiende mejor su propuesta que con los versos de Milton. Aunque el aria resulta lamentablemente breve, el recitativo acompañado y el coro lo compensan redondeando una seria y bellísima página de Händel.
Come, but keep thy wonted state, / Ven, pero mantén tu ánimo habitual,
With even step and musing gait, / con paso parejo y andares reflexivos,
And looks commercing with the skies, / y mira comunicándote con los cielos,
Thy rapt soul sitting in thine eyes. / con tu alma extasiada en los ojos.
There, held in holy passion still, / Allí, contenido en una santa pasión
Forget thyself to marble, till / abandónate al mármol, hasta que
With a sad leaden downward cast / con una triste colada de plomo
Thou fix them on the earth as fast. / los incrustes firmemente en la tierra.
And join with thee calm peace, and quiet, / Y trae contigo la serena paz, y la quietud,
Spare fast, that oft with gods doth diet, / el austero ayuno, que a menudo con los dioses se hace dieta
And hears the muses in a ring / y escucha las musas en un circulo
Round about Jove’s altar sing. / cantando alrededor del altar de Júpiter.
16. Vivaldi: Griselda, RV 718, Acto II, escena 2 – “Agitata da due venti”
La que canta no es Griselda, esposa repudiada del rey de Tesalia, sino Constanza, que ha sido obligada a prometerse con él pero, naturalmente, ama a otro. De ahí su desesperación, la misma que muchas cantantes habrán sentido ante el regalito de esta espectacular pero casi imposible aria de coloratura que Vivaldi les dejó.
Agitata da due venti
Freme l'onda in mar turbato
E 'l nocchiero spaventato (spaventato)
Già s'aspetta a naufragar
A naufragar, a naufragar...
Dal dovere da l'amore
Combattuto questo core:
Non resiste e par che ceda
E incominci a desperar
A desperar, a desperar...
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Agitada por dos vientos
tiembla la ola en el mar turbulento
y el timonel asustado
ya se dispone a naufragar
a naufragar, a naufragar...
El deber y el amor
combaten en este corazón:
No resiste y parece ceder
y empieza a desesperar
a desesperar, a desesperar...
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Y con esta barbaridad acaba el paseo por las grandes arias barrocas de La isla encantada, producción que concluía con el Aleluya del Judas Macabeo de Händel, tan válido entonces como ahora para celebrar lo visto (y por acabar ya de una vez).