22/12/1808 – El concierto

Justamente en un día como hoy, hace 214 años, tuvo lugar en Viena, en el Theatre an der Wien, un concierto en el que todas las obras que se interpretaban eran de Beethoven, y Beethoven era quién las dirigía, y Beethoven quién ejecutaba las partes de solista de piano. La cantidad de obras programadas, su variedad y su duración, nos puede parecer hoy una desmesura, pero en aquel tiempo no lo era. Programar sinfonías, música de cámara, arias de concierto, obras corales e intervenciones individuales de solistas era algo habitual. No debe por tanto asombrar que el concierto del 22/12/1808 fuera abundante en cantidad y variedad. Tampoco debe hacerlo que el concierto fuera monográfico, con obras de un mismo compositor, ni que fuera éste el que las dirigiera e interviniera como solista. Nada de todo esto debe sorprendernos. Deberían pasar aun unos cuantos años para que el formato de concierto fuera más o menos parecido al de los conciertos a que asistimos en nuestros días. Lo que nos deja estupefactos, perplejos y atónitos es la inmensa calidad y la enorme popularidad que con el tiempo han adquirido las obras estrenadas. No ha habido otro concierto en la historia de la música en el cual se hayan dado a luz obras de tal magnitud, obras cuya fama y prestigio han perdurado inalterables hasta nuestros días, obras que son de obligado repertorio de directores, solistas y formaciones orquestales de todo el mundo. Se da la paradoja de que el concierto fue un fiasco: intenso frio en la sala, apenas un ensayo, orquesta mermada por otros compromisos de los músicos e incorporación de músicos aficionados, interpretaciones defectuosas, falta de sintonía entre los músicos y Beethoven y cierto colapso de concentración por parte del público ante tanta obra nueva, de envergadura y calado sin igual hasta la fecha. Repasemos el programa del concierto y veremos que lo descrito no es ninguna exageración.

Primera parte:

“Gran Sinfonía en Fa mayor”, hoy conocida como la Sexta Sinfonía, op. 68, (“Pastoral”) y que en ese día figuraba como Quinta Sinfonía. Esta obra fue riguroso estreno. Hoy en día, además de celebérrima, esta considerada como una de las partituras más bellas de Beethoven y la primera sinfonía programática de la historia. Claudio Abbado y su Berliner Philharmoniker nos invitan a escuchar sus primeros maravillosos compases.

Aria de Concierto: Ah, perfido!”. Fue interpretada por Josephine Killitschgy, cantante de 17 años, inexperta y con miedo escénico. No tuvo una feliz intervención. El fracaso no es del todo atribuible a ella ya que sustituyó precipitadamente a Anna Milder-Hauptmann, gran cantante del momento y que había interpretado el aria en numerosas ocasiones. Aquí la escucharemos en una grabación histórica de Cheryl Studer con un jovencísimo Claudio Abbado.

“Gloria de la Misa en Do Mayor”, en honor de su majestad Príncipe Nikolaus Esterházy, quién financió el concierto. La Misa fue compuesta y estrenada un año antes y la interpretación del “Gloria” (así como del “Sanctus” de la segunda parte) fue una petición expresa del Príncipe, que lógicamente Beethoven atendió. Una muy bella obra sacra de Beethoven, lamentablemente poco frecuentada, debido principalmente a la competencia de su descomunal “Misa Solemnis”. Escuchamos este “Gloria” a cargo del New Philharmonia Chorus y  The London Philharmonic Orchestra. Al mando Carlo María Giulini, y entre los solistas, Janet Baker.

“Un Gran Concierto para piano y Orquesta en Sol Mayor”. Riguroso estreno. Se trata del célebre cuarto concierto, op.58. El más profundo, introspectivo y original de sus cinco conciertos para piano. Esta fue la única obra del concierto que pasó por un olvido transitorio. Por suerte, Félix Mendelssohn (¡nunca podremos agradecer en justa medida a este gran músico su admirable tarea de rescatar del olvido obras tan valiosas!) la interpretó en numerosas ocasiones, siendo desde entonces obra capital del repertorio para piano y orquesta. Nada semejante al segundo movimiento (“Andante con moto”) se había escuchado hasta ese día. En una lucha desigual, piano y orquesta tratan de imponerse entablando un diálogo épico. A continuación, veremos como el piano de Paul Lewis resulta vencedor.

Segunda parte:

“Una gran sinfonía en Do menor”. Otro estreno deslumbrante. Estamos ante la sinfonía más famosa de todos los tiempos. Hoy conocida como la Quinta, op.67, era de hecho la Sexta en ese día. Por su valor didáctico, propongo este ensayo de Riccardo Muti con la Orquesta Cherubini que apadrina.

“Sanctus de la Misa en Do Mayor”, en honor de su majestad Principe Nikolaus Esterházy. A continuación, su hermosísima segunda parte, el “Benedictus” con el “Hosanna” final. Lo escuchamos con los mismo interpretes del “Gloria” de la primera parte.

“Improvisación al piano de Her Ludwig van Beethoven”. Intervención de lucimiento personal. En aquella época era muy frecuente que los solistas realizaran alguna improvisación, y en este magno concierto, siendo Beethoven un acreditado y famoso pianista, no podía ser distinto. Más aún cuando Beethoven era ya consciente de que su galopante sordera le impediría ejecutar conciertos de piano con público. Obviamente no puede reproducirse esa histórica improvisación, pero es muy posible que al menos sus temas principales fueran recogidos en lo que, con posterioridad, sería su “Fantasía para piano en Sol menor”, op.77. Aquí la propongo con la magnífica Yulianna Avdeeva.

 

“Una Fantasía coral en Do menor para piano, coro y orquesta”. Otro estreno de relumbrón, y un auténtico embrión del último movimiento de la Novena. Ejecución no exenta de incidentes. La larga introducción con solo piano fue prácticamente improvisada, ya que a Beethoven no le dio tiempo de escribirla. No fue este hecho el desconcertante. Al parecer, antes del concierto, y de manera un tanto precipitada, Beethoven dio instrucciones a los músicos de no efectuar una de las repeticiones que mostraba la partitura. Sin embargo, a la hora de la verdad, durante la ejecución, seguramente por un exceso de aislamiento en su intervención como solista y director, Beethoven encaró la repetición, que lógicamente no fue seguida por la orquesta. Demasiado desbarajuste como para seguir con la obra, así que Beethoven optó por interrumpirla y reparar el desaguisado, reconociendo públicamente que había sido error suyo. En cambio, nosotros cerraremos el concierto de manera espectacular y sin incidente alguno con Martha Argerich, Seiji Ozawa y orquesta y coro nipones.

¿Ha habido alguna vez un concierto en que se desatara tal locura creadora?

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4 respuestas a 22/12/1808 – El concierto

  1. José Luis dijo:

    Una barbaridad, y la verdad es que no acabo de entender el por qué de esas maratones, tantas prisas o la necesidad de presentar tanto material en un solo día. Igual es que necesitaba cobrar pronto los derechos de autor… 😉

    • josepoliv dijo:

      No se dosificaba, eso es claro. Hasta puede decirse que que es propio del romanticismo el «darlo todo» como si el mundo se acabara ese día. Luego va y nos tarda 4 años en darnos otra sinfonía, la séptima. Como Haydn o Mozart, vamos. Bueno, y la octava en el mismo año de la séptima, 1812, que cuando el hombre se ponía, se ponía. 🙂

  2. Pingback: 22/12/1808 – El concierto – Adrián Moreno Velez

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