El mejor Dukas: Sonata para piano en mi bemol mayor

En nuestro tiempo, la música tiende cada vez más a servir de acompañamiento a anécdotas sentimentales o trágicas y asume el papel algo dudoso de hacedora de discursos a la puerta de una caseta en la que se practica el siniestro «Nada de nada».

Los que realmente aman la música rara vez van a las casetas; tienen un piano sencillo y repasan desesperadamente determinadas páginas; eso embriaga con tanta seguridad como “el justo, poderoso y sutil opio” y es el arte menos debilitante para evocar minutos felices. M. P. Dukas parece haber pensado en estos “últimos” cuando escribió su sonata.

M. P. Dukas sabe lo que hay en la música; no es sólo algo brillante y sonoro que entretiene  el oído hasta la irritación:  – fácil comprensión en la que tanta música que creemos diferente coincide sin desentonar demasiado. – Para él, la música es un tesoro inagotable de formas, de recuerdos posibles que le permiten moldear sus ideas a la medida de su mundo imaginativo. Es dueño de sus emociones y sabe cómo alejarlas de clamores inútiles; en consecuencia nunca se permite esos desarrollos parásitos que tan a menudo desfiguran cosas muy bellas. Cuando consideramos el tercer movimiento de esta sonata, descubrimos, bajo su pintoresca apariencia, una energía que guía la fantasía rítmica con la silenciosa seguridad de un mecanismo de acero.

Claude Debussy

La sonata es clásica en su estructura y está escrita en cuatro movimientos, conectados más por la perfección formal mutua y la nobleza de pensamiento que por recursos cíclicos. El primer movimiento se construye a partir de dos temas contrastantes, desarrollados siguiendo la forma sonata.

El Andante está en la línea de los mejores movimientos lentos de Beethoven, y constituye un perfecto ejemplo de la grandeza que se consigue con la técnica moderna al servicio de esta inspirada forma.

Un agitado Scherzo, con su inesperado final fugado,

precede al heroico Finale, comparable en amplitud y majestuosidad a la Escalera de Honor del Palacio de Versailles. (…esta emoción es “constructiva” porque evoca una belleza similar a las líneas perfectas de una arquitectura, líneas que se mezclan y concuerdan con los espacios coloreados del aire y el cielo, con los que casan en total y definitiva armonía. – Claude Debussy)

Atendiendo a sus extensas proporciones, a su calidad, su poderoso desarrollo y su luminoso lirismo, la Sonata en mi bemol menor no tiene rival en su género. Trasciende al piano, siendo su propia magnitud lo único que ha retrasado su comprensión.

Irving Schwerké. The Musical Quarterly, 1928

Acerca de José Luis

Las apariencias no engañan
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