Tormentas musicales (17)

La Tempestad (Greg Wyatt, 1998)

 

78. Hoiby: La tempestad (1986)

Lee Hoiby, nacido en Madison (Wisconsin) en 1926 fue discípulo de Menotti y como él defendió el lirismo y la tonalidad en todas sus obras, canciones y operas fundamentalmente, entre las que se halla la basada en la obra de Shakespeare, con un preludio descriptivamente impecable de la secuencia inicial del drama, especialmente interesante (aunque deudora de Sibelius) en su parte inicial, cuando el mar está aun en calma; después, la tormenta es en su mayor parte asunto de percusionistas.

79. Vine – Suite de La Tempestad (1991)

Tampoco Carl Vine, poseedor de un extenso catálogo musical y una figura muy importante en su Australia natal, es un vanguardista a ultranza, pero es probable que la elegancia y originalidad de sus composiciones le deparen un lugar en la historia de la música. La breve obertura de su suite dedicada, otra más, a la obra del bardo, no es una mala muestra de su calidad

 

80. Nyman: Los libros de Próspero (BSO) (1991)

En 1991 Michael Nyman se basó también en La Tempestad para una opera titulada Noises, Sounds & Sweet Airs («Ruidos, Sonidos y Dulces aires»), cuya partitura empleó ese mismo año en la banda sonora de la película Los libros de Prospero que el vanguardista Peter Greenaway dedicó al mismo asunto y gracias a la que su música alcanzó una difusión mucho mayor. Poco importa si pensaba o no en una tormenta cuando compuso lo que acompaña su introducción: lo suyo siempre es lo mismo y vale para todo y para nada.

 

81. Moravec – Fantasía tempestad (2002)

El estadounidense Paul Moravec no se halla adscrito a ninguna corriente específica, aunque se describe su lenguaje como una mezcla de «la tonalidad modificada de Bartok y las armonías flexibles del impresionismo». Y en Ariel, el primero de los cinco movimientos de su Tempest Fantasy, un cuarteto para clarinete, violín, cello y piano también inspirado en la obra de Shakespeare, parece estar describiendo con esos medios la tempestad que el espíritu del aire desata obedeciendo las órdenes de Próspero.

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Las apariencias no engañan
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