La OBC y la Sinfonia da Requiem de Britten en L’Auditori

Auden y Britten, a finales de los 30

Podría ser la pista de un concurso: El aperitivo del concierto de la OBC de esta próxima semana será la primera e importante obra para orquesta de un joven de 26 años que, antes de escucharse, estuvo a punto de originar un conflicto diplomático en cuya resolución intervino el amigo poeta que le acompaña en la fotografía.

La obra es la Sinfonia da Requiem de Britten; el amigo poeta, W.H. Auden, y el conflicto, el enfado de Japón con el Reino Unido cuando, en 1940, habiendo encargado música para conmemorar el 2600 aniversario de la dinastía reinante a notables compositores de todo el mundo, recibieron esa Sinfonía y acusaron a su autor de haber querido insultar a un país amigo con una obra cristiana y triste. Britten era ya un pacifista convencido y en esta composición quiso expresar sus sentimientos sobre la guerra -un primer paso hacia lo que sería su gran War Requiem, cosa que, de haber sido sabida por los dirigentes japoneses, seguramente hubiera elevado el tono de su protesta, por aquello de quien se pica ajos come, pues su nación pronto se incorporaría al Eje en la Segunda Guerra Mundial. Pero la cosa no llego a más: Britten, con la ayuda de W.H. Auden, redactó una respuesta conciliadora, alegando que difícilmente podía componer nada que no fuese cristiano un autor cristiano de un país cristiano y que ni la música le parecía amarga, ni había querido insultarles, ni tenía ya tiempo para componer nada más acorde a sus deseos. Y la versión oficial fue que la obra había sido rechazada por llegar fuera de plazo. En aquella misma convocatoria, Richard Strauss, con 76 años, había aportado una pieza titulada Festmusik zur Feier des 2600-jährigen Bestehens des Kaiserreichs Japan für großes Orchester, op.84 (Japanische Festmusik), que pasó al olvido sin pena ni gloria a pesar de la adecuación a la demanda que refleja la amable abreviatura, mientras que la triste y cristiana Sinfonia da Requiem de Britten, con el epígrafe “En memoria de mis padres”, fue estrenada en el Carnegie Hall, en Marzo de 1941 por John Barbirolli al frente de la New York Philharmonic, y sigue programándose con regularidad. Además, los japoneses no reclamaron a Britten la devolución de sus honorarios.

Tres movimientos enlazados, Lacrymosa (Andante ben misurato), Dies Irae (Allegro con fuoco), y Requiem Aeternam (Andante Molto tranquilo), que Britten explica así:

I. Lacrymosa. Un lamento lento en forma de marcha en un persistente ritmo 6/8 con un fuerte centro tonal en Re. Hay tres motivos principales: 1) Un sincopado tema secuencial anunciado por los cellos y replicado por un fagot solista; 2) un tema amplio, basado en el intervalo de séptima mayor; 3) acordes alternantes en la flauta y los trombones, enmarcados por el piano, las arpas y los trombones. La primera sección del movimiento es suavemente pulsátil; la segunda es un largo crescendo que conduce a un clímax basado en el primer tema del cello. No hay pausa antes del:

II. Dies irae. Una forma de Danza de la Muerte, con un tranquilo ritmo de marcha en momentos puntuales. El motivo dominante de este movimiento es anunciado al principio por las flautas e incluye una importante figura tremulante. Otros motivos son un triplete repetido en las trompetas, una lenta y suave melodía en el saxofón, y una más viva, sincopada, en los metales. El esquema del movimiento es una serie de clímax, el último de los cuales es el más poderoso, y hace que la música se desintegre y lleve directamente al:

III. Requiem aeternam. Muy suavemente, sobre un fondo de cuerdas y arpas, las flautas anuncian una tranquila tonada en Re mayor, el motivo principal del movimiento. Hay una sección central en la que las cuerdas tocan una fluida melodía. Esta crece hasta un corto clímax, pero la canción inicial reaparece pronto, y la obra concluye silenciosamente en una larga nota sostenida de clarinete.

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Las apariencias no engañan
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