Debussy pensando en Bach

No es el carácter de la melodía, sino su construcción, su «curva», lo que emociona; aún más a menudo es la progresión paralela de dos o más melodías, su mezcla, lo que  despierta la emoción del oyente.

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Es tanta su belleza que uno ya no sabe cómo sentarse ni como ponerse para ser digno de escucharlo. Permanece largo tiempo en el recuerdo y te sorprende que, al salir a la calle, el cielo no se haya vuelto más azul y que el Partenón no surja de la tierra.

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Cuando el viejo cantor sajón no tiene ideas, parte de cualquier cosa y es verdaderamente despiadado. De hecho, sólo es soportable cuando es admirable. Lo cual, dirás, ¡ya es bastante! Si hubiera tenido un amigo (tal vez un editor) que le hubiera recomendado tomarse un día libre cada semana, tal vez nos habríamos ahorrado varios cientos de páginas en las que hay que caminar entre hileras de inmisericordemente regulares y tristes barras de compás, cada una con su pequeño ‘sujeto’ y ‘contrasujeto’.

A veces –realmente, a menudo– su prodigiosa habilidad técnica (que es, después de todo, sólo su particular forma de gimnasia) no es suficiente para llenar el terrible vacío creado por su insistencia en desarrollar una idea mediocre sin importar el costo.

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Bueno, entonces, ¿quién fue Bach? ¿Un hombre que tuvo muchos hijos? ¿Y Beethoven se quedó sordo por despecho, para, sin  importarle las molestias, poder angustiar al mundo con su música? ¿Y  Mozart fue un niñito voluptuoso que compuso ‘Don Juan’ para escandalizar a Alemania?. En la obra de Wagner se pueden encontrar sorprendentes imágenes de otros compositores. Bach es el Santo Grial. Wagner es Klingsor, que desea destruir el Grial y ocupar su lugar.  Pero Bach reina supremo en la música, porque, en su bondad, sirvió al espíritu de la música en y para sí mismo, con un desinteresado amor.

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Y si miramos las obras de JS Bach –un dios benévolo al que todos los músicos deberían dirigir sus oraciones para librarse a sí mismos de la mediocridad–, en cada página descubrimos cosas que creíamos nacidas ayer mismo, desde deliciosos arabescos hasta un desbordamiento del sentimiento religioso superior a cualquier cosa que se haya descubierto desde entonces. Y buscaremos en vano algo carente de buen gusto.

 

® Janine Jansen &Friends en L’Auditori

Acerca de José Luis

Las apariencias no engañan
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