Beethoven: Sonata para piano núm. 8 en Do menor Op. 13, «Patética» (1798)

Después de la advertencia de la nº7,  Beethoven se descuelga con otra obra maestra, mayor, si cabe, y desde luego más conocida, la nº 8 “Patética”, apelativo   que fue cosa del editor y que en todo caso, debe entenderse como conmovedor o capaz de suscitar grandes emociones y no como lamentable. Y el primer movimiento, Grave; allegro di molto e con brio, es realmente un catálogo de estados de ánimo por el que Beethoven transita partiendo del doloroso conflicto de un acorde inicial seguramente tan rompedor en ese momento como lo sería el «Tristán». Y lo hace con total naturalidad, pasando de uno a otro sin necesidad de transiciones artificiosas, a veces con una simple pero efectiva pausa. Aquí está ya el Beethoven de la música absoluta, porque el argumento es el conflicto y la tensión y el protagonista es la absorbente energía que desprende ella misma, tan equilibrada por otro lado como para no agotar.

 

Segundo movimiento, Adagio cantábile: Mmmmmmmmmmmmm. Mejor no decir ni pensar siquiera nada: Toda la atención concentrada en las orejas, en cada una de las notas de este sueño tres veces repetido y de los dos episodios intermedios que lo modulan.

 

Para el Rondo: allegro (final, porque esta sonata vuelve a los tres movimientos), una alegre melodía muy fácil de asimilar pero de una fuerza sinfónica, contrastada con sorpresas de otra galaxia.

 

Beethoven dedicó esta sonata al príncipe Karl Lichnowsky, su primer protector importante en Viena. Pero los genios suelen valorar mucho su independencia y las relaciones del de Bonn con una aristocracia a la que no respetaba fueron siempre conflictivas. Es famosa la airada respuesta que dedicó años después a este príncipe acompañando su negativa a tocar para un invitado: ¡Príncipe! Usted es lo que es gracias al azar y por nacimiento. Yo soy lo que soy gracias a mi propio esfuerzo. Siempre ha habido  –y siempre habrán- miles de príncipes,  pero Beethoven sólo hay uno.

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Las apariencias no engañan
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2 respuestas a Beethoven: Sonata para piano núm. 8 en Do menor Op. 13, «Patética» (1798)

  1. Josep Olivé dijo:

    Una de sus sonatas más célebres y más interpretadas, con un inicio doloroso y trágico. Luego sigue un desarrollo de gran tensión emocional. Es la primera sonata de la historia con un arranque de esta naturaleza. Les sigue un adagio tierno, sosegado, como etéreo también, simple y denso a la vez. Obra redonda, en que cada una de sus partes y temas reclaman la presencia del resto. Tal es así que el clima creado en el primer movimiento sobrevuela de manera inquietante el alegre rondó final. Una grandísima obra maestra en la que confluyen las máximas virtudes omnipresentes en Beethoven: profundidad, trascendencia y enorme facilidad para impactar a los muy melómanos y a los nada melómanos, o sea, a todos.

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